Empezó el año electoral
Violencia, récord de muertos y abandono: Buenos Aires enfrenta el peor escenario para 2025
El duelo de Waldo Wolff y Javier Alonso calienta el año electoral. Jorge Macri y la "tolerancia cero" para ganar las legislativas.
En la vasta extensión de la provincia de Buenos Aires, la región más poblada de Argentina, la inseguridad se consolidó como uno de los desafíos más críticos y apremiantes de los últimos años. Con una población que supera los 17 millones de habitantes y una extensión territorial que abarca desde las áreas urbanas del conurbano hasta las ciudades costeras y rurales del interior, la provincia enfrenta una amplia gama de problemas de seguridad. En este contexto, el gobernador Axel Kicillof parece sorprendentemente desconectado de la realidad.
En 2024, las cifras de criminalidad alcanzaron niveles alarmantes. Según datos oficiales, los robos aumentaron un 20,3 % en comparación con el año anterior, lo que equivale a más de un millón de delitos denunciados anualmente, es decir, un delito cada 30 segundos. Los homicidios, particularmente aquellos cometidos en ocasión de robo, registraron un incremento del 56 %. Estas estadísticas no sólo reflejan una escalada en la violencia, sino también una creciente sensación de inseguridad entre los ciudadanos.
A principios de 2025, la inseguridad en la provincia de Buenos Aires parece haber alcanzado un punto crítico. Las zonas sur y oeste del conurbano bonaerense se han transformado en escenarios de violencia recurrente. En cuestión de semanas, más de una decena de efectivos policiales de la Ciudad de Buenos Aires y de la provincia han sido noticia por defenderse de asaltos en localidades como Lomas de Zamora, General Rodríguez, Florencio Varela e Isidro Casanova, entre otras.
El cruce por los asaltos y homicidios de policías de la Ciudad en territorio bonaerense ha desencadenado una serie de confrontaciones y chicanas entre los ministros de seguridad de ambos distritos. Waldo Wolff, ministro de Seguridad bajo la gestión de Jorge Macri, ha subrayado la seguidilla de ataques que sufren los efectivos al trasladarse entre sus hogares en la provincia y sus puestos de trabajo en la ciudad, acusando a su homólogo provincial, Javier Alonso, de la creciente inseguridad que afecta a los policías porteños. “2024 fue el año con menor cantidad de homicidios generales y en ocasión de robo en la historia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Después de haber gobernado la provincia durante 40 años, todavía no entendieron que la gente quiere soluciones; con las chicanas, seguimos sufriendo la inseguridad. Lo espero para trabajar cuando quiera”, declaró Wolff, apuntando a Alonso tras haberlo convocado a una reunión para coordinar políticas conjuntas y trazar un plan de acción contra los delitos en la provincia.
Las políticas efectivas implementadas por Jorge Macri y Waldo Wolff han demostrado un gran éxito en la Ciudad de Buenos Aires, donde el delito ha descendido notablemente gracias a estrategias innovadoras y una administración firme. La combinación de un enfoque preventivo con el fortalecimiento de la presencia policial en las calles, junto con la colaboración interinstitucional, ha logrado que CABA registre cifras históricamente bajas en delitos como el homicidio y el robo, marcando un contraste significativo con la realidad en la provincia de Buenos Aires.
Mientras tanto, en un contraste flagrante con esta crisis, el gobernador Axel Kicillof se ha dedicado a inaugurar tramos de rutas, ofrecer conferencias en la Costa Atlántica o participar en eventos como la apertura de la temporada del Casino de Mar del Plata, dejando a los vecinos en un evidente estado de abandono frente a la espiral de inseguridad que los consume.
En esta semana, en Quilmes, los habitantes se enfrentaron a una imagen insólita: robos realizados con carretas tiradas por caballos, un escenario que recuerda a la California de 1870, cuando el famoso bandido Charles Boles cometía atracos similares. Sin embargo, Boles era conocido por su elegancia y su negativa a usar violencia, dejando notas poéticas en los lugares del robo. Un contraste marcado con la realidad de Quilmes, donde los saqueos rememoran más las hordas de Hulagu Khan que arrasaron Bagdad en 1258 y cargó en carretas los tesoros de los palacios y mezquita. Aquí, en las tierras gobernadas por Mayra Mendoza, la poesía ha sido reemplazada por la brutalidad, y la pregunta que todos se hacen es: ¿dónde están Mayra y Kicillof?
La respuesta del Estado ha sido variada, pero en muchos sentidos insuficiente. A pesar de los esfuerzos por incrementar el número de efectivos policiales y la implementación de tecnologías como cámaras de seguridad y sistemas de monitoreo en tiempo real, los resultados han sido decepcionantes. Un ejemplo de ello es la inauguración del nuevo Centro de Monitoreo en La Plata, liderada por Kicillof y el intendente Julio Alak a fines de 2024. Pese a estas medidas, las imágenes de hechos violentos captadas por cámaras privadas en esa misma ciudad, como el disparo a un comerciante en una verdulería o la autodefensa de una empleada de una carnicería con una cuchilla frente a un delincuente, muestran la persistencia de la violencia cotidiana.
El impacto de la inseguridad en la vida diaria de los bonaerenses es innegable, al igual que la sensación de abandono por parte de sus dirigentes. Incluso funcionarios como Martín Marinucci, secretario de Transporte de Kicillof, no han escapado a esta realidad. Recientemente, Marinucci y su esposa fueron asaltados a la salida de un restaurante en La Matanza; su mujer fue golpeada y les robaron todas sus pertenencias. Sin embargo, las autoridades siguen actuando como si nada ocurriera.
El silencio de muchos medios, que evitan señalar a Kicillof como el principal responsable, resulta escandaloso. Algunos lo atribuyen al peso de la pauta oficial.
La inseguridad en la provincia de Buenos Aires es un síntoma de problemas estructurales más profundos en Argentina, entre ellos la desigualdad, la falta de oportunidades, la corrupción y la mala administración. En conclusión, la provincia se hunde bajo la gestión de Axel Kicillof, donde la inseguridad no es solo un problema, sino una epidemia que crece sin control. Mientras él se dedica a cortar cintas y dar discursos, los bonaerenses viven en un estado de guerra no declarada. Su desconexión con la realidad de sus gobernados es no solo evidente, sino también culpable del caos reinante. Kicillof, con su inacción y falta de compromiso, ha convertido la provincia en un escenario de violencia, abandono y desidia.