El amor argentino por el dólar
¡¡¡Thank you very much, Georgie!!!

Escritor.
Con Perón al mando, la maquinita imprimió sin freno para sostener un gasto descontrolado, marcando el declive del peso. Generando una obsesión que pasaría a la historia, de los argentinos por el billete verde.
Hay más dólares fuera de Estados Unidos que dentro de EEUU.
¿Saben dónde están casi todos esos dólares?
En Rusia, China y Argentina.
Pero si hacemos un cálculo por habitantes, somos uno de los países más dolarizados del mundo.
¿Por qué amamos tanto al dólar?
Este amor por la gran creación yankee, se lo debemos al General Cangallo, que se encargó de destruir nuestro peso. Sí, Perón fue el primero en falsificar el peso a gran escala. Para poder hacerlo cambió previamente la Carta Orgánica del Banco Central.
Con la luz verde del Banco Central, Perón le dio duro a la maquinita y llenó a la Argentina de papelitos de colores que cada día valían menos, para sostener el delirante gasto público que él mismo se encargo de hacer crecer.
Sí, el mesías oriundo de Lobos multiplicó panes y peces dándole a la maquinita. Claro que a diferencia de Cristo, los panes y peces que multiplicó Perón, de tanto darle a la maquinita, fueron cada vez más chicos.
Por eso, así como el mesías de Belén dividió temporalmente a la humanidad en dos, en AC y DC (Antes de Cristo y Después de Cristo), por culpa del Gran Emisor, Argentina quedó temporalmente dividida en dos: AP y DP. Antes de Perón y después de Perón.
Y esa desvalorización de nuestro peso (ergo de nosotros como país), nos lo cuenta con crudeza la cotización del dólar. Del dólar real. El único que existe. El dólar oficial pertenece al género fantástico. El dólar oficial es al dólar, lo que la historia oficial es a la historia.
El dólar real es el único espejo en el que tenemos que mirarnos para conocer la realidad.
¿Y cuál fue la realidad entre 1946-55, que fue cuando gobernó Perón?
El dólar, que estaba $ 4 (cuatro pesos), se fue $ 32 (treinta y dos pesos). O sea que, gracias a Perón, en diez años, comprar un dólar se volvió un 700 % más caro. Consecuencia de eso, en diez años, nuestra moneda se desvalorizó un 87.50 %.
Es decir que si en 1946 tenías en la mano un billete de $ 1 (un peso), en 1955 tenías apenas un poco más de $ 0,10 (diez centavos). Porque ese rectángulo de papel valía casi nueve veces menos. Y todo porque Perón le había dado a la maquinita de falsificar moneda para hacernos creer que teníamos mucha plata, y así poder seguir sosteniendo el delirante gasto público que el mismo Perón se encargó de hacer crecer.
Eso, antes de 1946, jamás había pasado.
Perón, Perón, qué grande,
sos el primer devaluador.
Y justamente por esa altísima inflación que generó el mismísimo Perón, que fue una crisis económica sin precedentes en la historia argentina, el Gran Devaluador se termina peleando con sus históricos socios que lo habían sostenido en el poder: la Iglesia, la CGT y los militares.
Y como en un bando había peronistas y en el otro bando ex peronistas, la pelea fue muy violenta. Como no podía ser de otra forma, a los tiros y bombazos.
Viéndose derrotado, en 1955, el General se profuga y le deja al que sigue, Aramburu, que irónicamente había sido más peronista que Perón, el desastre que Perón había creado. Porque la onda expansiva de la emisión continuó por muchos años más. Como ahora. Nada más que Javier Milei, el presidente actual, por suerte nunca fue peronista. Por eso lo que está haciendo, nadie antes que él se había atrevido a hacerlo. Por miedo o porque no se podía, ningún presidente antes que él fue de manera decidida contra el gasto público, la madre de todos lo problemas que obligó siempre, a quien estuviera sentado en el sillón de Rivadavia, a emitir para poder sostenerlo.
Porque el General Perón, antes de profugarse, estuvo muy astuto. Para conservar el poder colonizó el Estado. Y ya se sabe, quien se adueña del Estado es dueño del poder.
Por eso, durante su reinado, para quedárselo para siempre, Perón decretó que para poder trabajar en el Estado, había que estar afiliado al partido que había creado: el partido justicialista.
Así nació el peronismo, el primer y único partido del Estado argentino. Que por ser un partido del Estado, no es un partido sino un movimiento. Un movimiento bancario. Porque es el único partido político que se sostiene con la plata del Estado. Es decir de todos los contribuyentes, sobre todo del contribuyente privado que es el único que en Argentina genera riqueza.
Perón fue el primero en entender que para adueñarse de la Argentina había que conquistar al Estado. Esa fue su indiscutible conquista social, que hoy seguimos pagando.
De un modo perverso se apropió del Estado y se convirtió en el dueño del poder. Porque pasó a ser el dueño de la riqueza que genera nuestro país y que luego el Estado distribuye como se le canta. Cantando la marcha peronista.
Esa Caja existe gracias a los impuestos que nos viven cobrando y gracias al peor impuesto de todos que también nos viven cobrando todos los días: el impuesto inflacionario.
Por eso, el peronismo no larga esta Caja infinita y le pide a quien gobierne que emita, para sostener a este Estado deficitario, parasitario, bobo y corrupto, del que el peronismo para siempre se adueñó.
Por eso todos los presidentes que vinieron después de Perón, no tuvieron otra opción que hacer lo que había hecho Perón: peronismo. Porque aunque Perón no estuviese sentado en el sillón de Rivadavia, seguía sentado en las sillas de las oficinas estatales. Esas sillas apiladas hoy siguen constituyendo el verdadero poder.
—El Estado soy yo —les recordó Juan Domingo a todos los que vinieron después que él. Luego venía la consabida pregunta:
—¿Emisión o dunga dunga?
Y claro, como el peronismo es dueño de ese aparato grande, todos los presidentes presionados, antes que dunga dunga, preferían emitir para sostener el delirante gasto público. Aunque la opción al final no era tal. Emitiendo, casi todos al final recibieron dunga dunga.
Cuando Perón no estuvo más físicamente entre nosotros, sus herederos se encargaron de que siguiera estando su invento. Y continuaron con la tradición para que ningún presidente, sea constitucional o no, se saliera del libreto.
Por eso resulta irónico cuando hoy los perionistas (resultado de la cruza entre periodistas y peronistas) hoy le exigen a Milei que diga cuánto va a costar el dólar. Eso deberían preguntárselo a quienes entre el 2019-2023, siguiendo la tradición peronista, emitieron por más de 30 puntos del PBI. Porque el dólar va a costar lo que Cristina, Sergio y Alberto en su momento decidieron.
Ahí está la clave. En la cantidad en que el trío carancho (aunque una de ellos no es abogada) decidió emitir. No en el valor que decida Milei.
Cristina, Sergio y Alberto son quienes hoy tienen la respuesta de cuánto valdrá finalmente el dólar. Ellos determinaron el valor actual. Porque la devaluación del peso fue, es y será peronista. Es su más siniestro invento y fue creado para sostener a este Estado parasitario, deficitario, corrupto y bobo, del que peronismo sigue siendo dueño.
—¿Muyo o dunga dunga? —les preguntaban los incas a quienes esclavizaban.
El muyo era la moneda inca.
Los incas, cada vez que conquistaban a un pueblo o tribu, para debilitarlos psicológicamente, los obligaban a cambiar de moneda, para imponerles la propia.
Sabían que al quitarles la moneda los sometidos iban a sentirse menos que nada.
Acá los peronistas hicieron lo mismo con nosotros. Conquistaron nuestro Estado y nos impusieron su moneda, que en este caso no vale nada.
Pero nosotros, para no perderlo todo, cortamos las cadenas y nos escondimos en cuevas. Y ahí, en esas cuevas, encontramos a nuestro salvador: George Washington.
Fue él quien nos salvó de no fuésemos del todo pobres. No el peso. Fue gracias al dólar que logramos comer, ahorrar, viajar, comprar un auto o una vivienda. Por eso le estamos tan agradecidos. Y por eso seguimos creyendo en él. Si hubiera sido por el peso, dormiríamos en bancos de plazas.
Piensen en esto:
1969: Primer cambio de moneda. La moneda que nació en 1881, cambió por la ley 18188. Y 100 pesos pasaron a ser 1 peso ley. Así, fruto de la emisión constante, el 1 de enero de 1970 le quitaron dos ceros a la moneda.
Pero no contentos con el desastre fueron por más devaluaciones. Y el 1 de junio de 1983, ese peso ley pasó a ser 1 peso argentino. Esta vez le quitaron 4 ceros a la moneda.
Pero la devaluación continuó, y el 15 de junio de 1985, esos 1.000 pesos argentinos pasaron a ser 1 austral. Así le quitaron 3 ceros más a la moneda.
Hasta acá 9 ceros.
Vino la ley de convertibilidad. La Ley 23.928 fue aprobada el 27 de marzo de 1991 e hizo que 10.000 australes fueran 1 peso. Así le quitaron cuatro ceros más.
13 ceros le sacamos hasta ahora a la moneda de tanto devaluar al peso.
Por lo tanto, si vos tenías 10 billones de pesos en 1969, de conservarlos, hoy tendrías una moneda de 1 peso. O sea, nada.
Por eso es gracias a George Washington que los argentinos sobrevivimos. George fue el único héroe en este lío devaluatorio.
Él nos cuidó e incluso nos sigue cuidando. Porque es gracias a él que hoy tenemos lo que tenemos.
Por eso los peronistas lo odian tanto. Porque el dólar es la única religión en la que creemos. Y hoy estamos a nada de desbaratarles el negociado de la emisión.
Y esto por suerte Milei lo sabe. La gran mayoría votó a Milei para terminar con la estafa de la que todavía seguimos siendo víctimas, porque no nos olvidemos que hoy todavía seguimos pagando la emisión peronista del 2019-2023.
En el mientras tanto, seguimos apoyándonos en el dólar, la verdadera religión que por primera vez, también gracias a Milei, empezó a tener apoyo del Estado.
Por eso, ahora de pie y no arrodillados, quienes lo votamos rezamos:
Dólar nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu único precio; hágase tu transacción, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestros escapes de las devaluaciones, como nosotros no perdonamos a nuestros devaluadores; no nos dejes caer nunca en la tentación del peso, y líbranos del mal: Perón.