Cambio de época
El estado que alquila pensadores públicos: trabajar de esclarecidos
Las lenguas alquiladas del estado y el discurso autoritario de propaganda. Cambio de paradigma y necesidad de adaptación. Un estado gigante que no resolvió necesidades.
El Estado no adoctrina; estatiza, que es mucho peor.
Por eso la mayoría de los intelectuales acuden desesperados a Él. Para ofrendarle su lengua al Estado y que el Estado, con su pata de elefante, se las aplaste.
Ya sabemos que va a llevar muchos años terminar con esta estatización perversa. Primero porque cuando se trata de puestos en el Estado hablamos de cargos eternos garantizados por la Constitución Nacional. Y segundo porque los organismos culturales que les dan dinero a los que apuestan por la lengua aplastada, son organismos que se sostienen económicamente con impuestos. Los tan mentados derechos adquiridos, que no son otra cosa que impuestos adquiridos. Para terminar con ellos hay que derogarlos a nivel legislativo.
¿Cómo se financia el Estado cultural y universitario argentino?
Ya sabemos, básicamente con impuestos y, hasta no hace poco, también con emisión: el archipadecido impuesto inflacionario.
Definición: los impuestos son las cadenas modernas ahora muy visibles, que los líderes del Estado presente les enchufan a los trabajadores que generan riqueza, para esclavizarlos y así poder vivir de ellos.
Hasta acá lo conocido.
Ahora vamos a lo no tan conocido:
Hasta el 2023 el Estado destinaba USD 750.000 dólares diarios para sostener la Cultura.
Hasta el 2023 las universidades nacionales le costaban al Estado USD 3.000 millones por año.
¿Pero cómo es que los pensadores públicos entregan su lengua para empezar a trabajar de esclarecidos?
Primero hacen tours por las facultades estatales de sociales, humanidades y arte.
No importa si se reciben en tiempo y forma, si tardan un montón de años, o si nunca se reciben. Las facultades estatales les van a dar los argumentos fundamentales para convencerlos de que ellos nacieron para ser guías y justamente por eso tienen una misión: esclarecernos.
Porque para poder trabajar de esclarecidos es muy importante, antes que nada, enfermarse de importancia. Y las universidades estatales prometen proveer el virus de manera irrestricta, pública y gratuita.
Para eso cuentan con varios gérmenes del mismo color: Karl Marx, Karl Polanyi, Michel Foucault, Judith Butler, Thomas Piketty, Jürgen Habermas, Walter Benjamin, Max Horkheimer, el infaltable Antonio Gramsci, y el matrimonio Sartre pero hoy dándole el entero protagonismo a Simone de Beauvoir.
Al menor contacto con cualquiera de ellos, la sangre se volverá más roja todavía.
Una vez inoculado, los aspirantes a esclarecer, con título o sin título, saldrán al mundo para trabajar de sujetos enfermantes, para que el virus siga circulando.
¿Dónde es que trabajarán?
En el único lugar donde se necesita la enfermedad: el Estado, la verdadera superestructura.
Allí, los que trabajan de esclarecidos, a través de recitados, películas, obras de teatro, notas, papers, clases, etc, le explicarán entonces al almacenero, al kiosquero, al ferretero, al plomero, al empresario, etc, que el sistema capitalista los explota y que ellos, sin saberlo, son víctimas de este sistema atroz que, para cambiarlo, hay que entregarle la vida al Estado.
La idea es que no se termine de saber lo que hoy ya no se puede ocultar: en realidad es el Estado el verdadero explotador. Porque el Estado, para poder pagarles el sueldo a sus pensadores públicos, exprime a los que sí generan riqueza: el almacenero, el kiosquero, el ferretero, el plomero, el empresario, etc.
Encima los exprime a cambio de casi nada. Porque todo lo que el Estado promete como contraprestación, finalmente al explotado no le llega, y el pobre explotado tiene que pagarlo de manera privada para poder tener lo que el Estado sigue sin darle.
Pero los pensadores públicos que trabajan de esclarecidos no objetarán esta explotación, ni tampoco la estafa.
Tampoco los pensadores públicos se cuestionarán lo que se volvió para ellos una forma de vida: la incapacidad de generar riqueza. Para no hacerse preguntas al respecto, apoyarán las políticas estatales cuyo objetivo es siempre saquear a quien la genera. La cada vez menos generación de riqueza, el verdadero problema que padecemos como sociedad, siempre será descartado como problema por los pensadores públicos. Porque la solución que ellos proponen, para nunca pasar a la acción, será apostar por la redistribución, un eufemismo que permite saquear sin culpa a los que se esfuerzan por generarla. Al final se da la más obvia de las paradojas: los que trabajan de esclarecidos y denuncian explotación, son los que, con apoyo del Estado, explotan al almacenero, al kiosquero, al ferretero, al plomero, al empresario…
Y todo para que ellos puedan seguir viviendo la vida roja. Moviendo el cuerpo al son de a desalambrar, a desalambrar, que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel, de Pedro y María, de Juan y José.
Sin embargo a no desesperar. Los tiempos están cambiando.
Ahora también se escucha a desimpuestar, a desimpuestar, que la guita es nuestra, es tuya y de aquel, de Pedro y María, de Juan y José.
Pero cambiar esta matriz improductiva no será tarea fácil. Los living la vida roja, llevan en sus oídos la más parasitaria de las músicas: la impuestación del pueblo argentino.