Pensar distinto es delito
CONICET woke: ideología, censura y castigo académico

Doctora en Filosofía. Investigadora del CONICET-UBA.
Una investigadora del CONICET denuncia haber sido cancelada por sostener que el sexo biológico no es una construcción subjetiva. En esta carta abierta, expone cómo la ideología se infiltró en el corazón del sistema científico. ¿Qué pasa cuando pensar distinto se convierte en un acto subversivo?
Carta abierta al Secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología de la Nación
Lic. Darío Genua
De mi mayor consideración,
Se dirige a Ud. María José Binetti, investigadora del CONICET en el área de filosofía contemporánea, cuya carrera ha sido cancelada por criticar a la ideología woke. El CONICET me atribuye una posición teórica “anti-género” y “transexcluyente” que “impugna” los derechos humanos de las minorías género-disidentes y resulta gravemente “reprochable”. Según el Consejo, mi línea de investigación ha tramado una “teoría conspirativa” contra el colectivo LGBTIQ a fin de descalificar a los sectores oprimidos por su identidad y expresión de género. Asegura además que represento un peligro para la supervivencia de las identidades travesti-trans y que el Estado debería revisar el financiamiento de mi investigación, producto de mi lugar de “privilegio epistémico”.
¿Cuál es en concreto mi posición teórica? Que los sexos son dos y no deben ser confundidos con identificaciones subjetivas basadas en estereotipos de géneros. A criterio del CONICET, tal afirmación es causal de delito. Me deja el silencio como opción, el mismo que se le impuso a la sociedad. Resulta entonces que el Organismo Nacional que debería garantizar la libertad de pensamiento y abonar la racionalidad de una comunidad abierta y respetuosa de la disidencia, ha decidido deslegitimar el debate y censurar los argumentos que alimentan la vida democrática. El establishment woke del CONICET garantiza hoy un discurso único, hegemónico y cancelatorio.
Tal contexto laboral me da la oportunidad de expresarle mi frustración, compartida por muchos investigadores, ante un Consejo Nacional de Investigaciones convertido en un aparato de propaganda partidario. Estamos presos en una corporación prebendaria, superpoblada de sociólogos militantes e ideólogos posverdad que ni siquiera creen en la posibilidad del conocimiento verdadero.
Desde mi área de investigación, he visto a los cientistas sociales falsificar la legislación argentina a fin de institucionalizar el wokismo. Todavía recuerdo mi sorpresa cuando comprobé que el “Programa Nacional para la Igualdad de Géneros en Ciencia” –asesorado por las primeras líneas woke del CONICET– violentaba la norma constitucional para inventar inexistentes obligaciones con todos los géneros identitarios. Esa falsificación legal permitió privilegiar temáticas y asignar recursos relativos a las identidades anales, sado o porno. También explica la firma de convenios con organizaciones proxenetas promotoras del “trabajo sexual”. He visto a los cientistas woke degradar los recursos públicos y la investigación científica en un relevamiento nacional de autopercepciones imaginarias. Lo vi crear redes, consultorías o servicios de cooperación inter-institucional a fin de promover “políticas públicas inclusivas”. Sin embargo, cuando en el 2019 denuncié persecución ideológica y solicité la intervención del CONICET, ninguna red respondió.
El dictámen sobre mi imputado negacionismo de los derechos humanos me permitió constatar los resortes por los cuales un Directorio militante –ese aparato de propaganda kirchnerista y massista que resiste un gobierno al que juzgan "antidemocrático y empobrecedor”– pone a dedo a los evaluadores que deciden becas, ingresos, promociones y proyectos, siempre pensando en los kioscos propios y amigos, claro. Los cuentapropistas del cientismo argentino se han abroquelado en defensa de sus propios intereses, en virtud de los cuales ponen o sacan al arbitrio las reglas de juego.
Usted dirá que soy parte de ese sistema, yo le diría que estoy atrapada en un monopolio corporativo aplanador, donde para sobresalir hay que saber trenzar. La buena noticia es que somos muchos los investigadores y ciudadanos hartos de vivir en el cepo ideológico trabado por facciones cartelizadas a fin de perpetuarse en el poder.
Los argentinos nos merecemos un CONICET transparente, auditado, que democratice los mecanismos de designación de los evaluadores y recupere el sentido del mérito. Un CONICET que constituya un sector estratégico transversal de innovación y desarrollo, para lo cual es necesario desburocratizar la vinculación con el sector industrial, ganar en competitividad y autofinanciamiento. Queremos un CONICET desideologizado y despartidizado, que le devuelva multiplicado a la sociedad lo que ésta le dio.
Desde la filosofía tenemos para ofrecer nuestra reflexión sobre el tiempo presente y su progreso moral, el sentido de la existencia, la especificidad de la persona humana, la objetividad de la verdad o la universalidad de los valores. Son viejas cuestiones que vuelven una y otra vez porque pertenecen a la esencia de la humanidad. Los filósofos estamos convencidos de que las ideas que vuelan con la suavidad de palomas, son las que gobiernan el mundo. Podemos iluminarlas, pero no enjaulados en una unidad básica de vigilantes y agitadores. Sin pensamiento libre, no hay vida digna ni sociedad democrática y plural.
Gracias por escucharme. Quedo a disposición del CONICET que los argentinos merecen.