Fe y misterio
¿En qué creemos los argentinos cuando miramos al cielo?

Periodista.
Una nueva encuesta nacional revela en qué creen los argentinos cuando se trata de lo sobrenatural. Dios, la vida después de la muerte y los milagros siguen presentes, pero las generaciones más jóvenes suman nuevas creencias como la vida en otros planetas.
¿En qué creen los argentinos cuando miran más allá de la vida terrenal? La fe no ha muerto, pero ha mutado. Según el quinto informe de la Encuesta Nacional de Creencias Sociales 2024 de Pulsar UBA —realizado sobre una muestra representativa de 1.250 personas de todo el país entre el 31 de mayo y el 10 de junio de 2024—, la Argentina es un país más creyente que practicante, donde rezar ya no es sinónimo de religiosidad estructurada, y donde los extraterrestres despiertan más interés que los fantasmas.
Fe en Dios, pero a su manera
El 74% de los argentinos dice creer en Dios, aunque menos de la mitad reza con regularidad. De hecho, el 47% de los jóvenes entre 18 y 29 años admite no rezar nunca. Solo el 23% de ese grupo lo hace a diario, en contraste con el 39% de los mayores de 50. La práctica religiosa, entonces, se revela como una tradición más fuerte en generaciones adultas que en las nuevas.
Pero atención: creer no siempre implica practicar, y viceversa. El informe marca que la frecuencia de rezo está correlacionada con la creencia en la vida después de la muerte. Cuanto más se reza, más se cree en que hay algo más allá. A nivel país, el 47% se declara “muy o bastante de acuerdo” con la idea de vida después de la muerte. El escepticismo crece en el interior del país, donde el 47% dice estar “poco o nada de acuerdo”, mientras que en AMBA esa cifra baja al 37%.
Milagros, el último bastión de lo sobrenatural
En medio de un clima general de descreimiento institucional, los milagros siguen firmes en la cosmovisión nacional. Un contundente 68% de los encuestados cree que existen. “Hechos extraordinarios, terrenales y obra de Dios”, dice el informe. Tal vez porque los milagros no piden explicaciones ni intermediarios: ocurren, conmueven y se aceptan como vienen.
Los extraterrestres nos miran
Uno de los datos más llamativos es la alta proporción de argentinos que cree en la vida fuera de la Tierra: un 51% dice estar “muy o bastante de acuerdo” con la existencia de vida en otros planetas. El número sube entre los jóvenes (55%) y entre quienes tienen nivel educativo terciario o universitario (51%). La ciencia y la imaginación parecen estar reemplazando a la religión tradicional en ciertas capas de la sociedad.
“Las nuevas generaciones no han abandonado la necesidad de creer, pero han cambiado sus objetos de fe”, señala el informe. Lo que antes ocupaban santos y vírgenes, hoy lo disputan alienígenas y energías.
Fantasmas: entre lo popular y lo oculto
Aunque suene a cuento de fogón o a historia para asustar a chicos, la creencia en fantasmas o espíritus alcanza al 39% de los argentinos. No es un fenómeno de minorías: casi 4 de cada 10 personas afirma creer en presencias que escapan a lo visible. La cifra supera incluso al interés por el horóscopo o al hábito del rezo cotidiano entre los más jóvenes. Si bien no hay psicofonías en cadena nacional, los fantasmas no han sido desterrados del imaginario popular.
Horóscopo: lo sabemos, pero no lo seguimos
Un dato curioso: el signo zodiacal es más conocido que el grupo sanguíneo entre los argentinos, aunque apenas el 12% admite consultar el horóscopo en forma cotidiana o frecuente. Más del 70% dice no leerlo nunca. Los astros despiertan simpatía superficial, pero no mueven decisiones.
Una espiritualidad dispersa, pero persistente
En resumen, los argentinos sostienen una espiritualidad ecléctica, emocional y fragmentada. No hay un único “más allá”, sino muchos. Algunos lo imaginan como un cielo con santos y milagros, otros como una constelación llena de vida inteligente, y otros como un espacio donde las almas siguen rondando.
El informe sugiere que más allá de las instituciones, lo trascendente sigue teniendo lugar en nuestra vida cotidiana. A veces se reza, a veces se espera un milagro, y a veces —con o sin pudor— se cree que no estamos tan solos como pensamos.