La protesta del miércoles
Volver al caos de los años 70 o del kirchnerismo: Nunca Más
Los disturbios organizados frente al Congreso nada tuvieron que ver con los reclamos de los jubilados. Un ensayo más de grupos que apuestan por la violencia en lugar del orden democrático.
Lamentablemente, tal como lo anticipamos, ayer el país volvió a ser testigo de un caos organizado al mejor estilo de los dramáticos años 70. Mismas técnicas, mismos Ideólogos, mismos fines.
No hace falta ser un ojo entrenado: solo ver sin pasión y con objetividad para notar que lo vivido ayer no era una marcha de jubilados, ni por los jubilados ni a favor de ninguna otra cosa que no fuera un claro intento desestabilizador del orden democrático. Un intento contra el gobierno electo por la mayoría de los argentinos.
Porque los que participaron de la protesta, en su mayoría, no pedían aumento para los jubilados, no pedían una vida digna y respeto para ellos, no les ofrecían llevarlos a la cancha ni brindarles seguridad, solo pedían que se vaya o, incluso, deseaban la muerte del presidente Javier Milei.
Todo esto no es nuevo, no es espontáneo, no es para nada improvisado. Es algo muy organizado, por expertos del terror y la subversión literal y etimológicamente hablando. Porque subversión significa acción y efecto de subvertir; alteración, desorden, rebelión, levantamiento, alzamiento, revuelta, sedición y hasta revolución.
Los que organizaron todo esto tienen experiencia, recursos y, sobre todo, sienten odio por la democracia y el orden. Su ley es la anarquía. Se lo hicieron al mismísimo Juan Domingo Perón y desde entonces no les importa si es Mauricio Macri o Milei. Quieren volver por medio de la violencia y las armas usando cualquier excusa y disfrazarla de causa justa.
Ayer fueron los jubilados, hoy pueden ser los estudiantes o los gays —a quienes detestan tanto como lo hacía su querido Ernesto Che Guevara, que los fusilaba, o el mismo Vladimir Putin que tampoco los tolera—. Cualquier relato es válido para captar jóvenes idealistas y llevarlos a la muerte. Los ideólogos, los líderes, no morirán porque ellos solo los guían a la muerte. Ellos siempre estarán lejos y a salvo, puede ser en Cuba, en Libia o en España. Siempre arengando en un “unámonos y vayan”, ricos con vidas de exitosos capitalistas que como la “Señora K”, quien es su actual símbolo. Ella con su dedo critica, pero con su mano recauda e invierte en acciones de empresas de las más simbólicas de los que combaten o dicen combatir.
Pero parte de ese dinero producto del delito siempre es la fuente de financiación para estas organizaciones. En los años 70 eran los secuestros extorsivos y los asaltos a bancos, entre otras acciones; hoy el espectro es más amplio, pero la organización celular es idéntica.
Todo es válido para fomentar la revolución
Ayer observamos ordenadas y organizadas técnicas de guerrilla urbana; no era un pueblo pobre y oprimido que salía por hambre a levantarse contra el gobierno. Lo que vimos fueron grupos que desafiaban la autoridad, rompiendo y quemando todo lo que pudieron, principalmente, motos y móviles de las Fuerzas de Seguridad.
Su primera acción fue contra el Congreso, pero mientras agitaban ahí también atacaron la Casa de Gobierno contando con que las otras acciones, a unas diez cuadras, mantenían ocupadas a las fuerzas del orden.
Es decir, nada fue al azar, todo de manual, todo fue ensayado. Son tan poco empáticos por el sentir del pueblo que en el ataque a la Casa Rosada utilizaron las piedras con las que se rinde culto a los muertos por el Covid-19.
Todo esto fue un claro intento de golpe para desestabilizar el Gobierno. No lo hicieron gratis ni solo por promesas, acá corrió mucho dinero junto con otros incentivos de los sentidos. Esta vez no vimos, gracias a Dios, muy jóvenes idealistas porque los jóvenes de hoy no les creen y esos estaban ocupados colaborando con el drama de Bahía Blanca. Vimos la mano de obra de 30 o 40 años, para arriba, sin llegar a las edades de los sufridos jubilados.
Pero esto no terminó, fue un ensayo más. Una típica práctica de guerrilla urbana como las demás. Porque así evalúan y aprenden cómo se desplegaron las Fuerzas de Seguridad, cuántos efectivos utilizaron, cómo reaccionan ante cada acción, qué capacidad de respuesta tienen en tiempo real, cuánto tardaron en reaccionar cuando los dividen en dos puntos de interés —el Congreso y la Casa Rosada—, qué capacidad y cantidad de efectivos necesitarán para cubrir más objetivos, etcétera.
Hay que recordar el ataque al Regimiento La Tablada, cuando gobernaba Raúl Alfonsín, en 1989. El levantamiento no era el ataque solo al regimiento, sino que tenía varios objetivos vitales —el departamento central de Policía Federal, el Regimiento I Patricios, ATC, la Casa Rosada, distintas emisoras de radio—.
Los que sí creemos en el sistema democrático no queremos esto. No queremos terror, no queremos violencia, no queremos el enfrentamiento entre argentinos. No queremos que corra sangre de compatriotas, ni que haya muertos. Nunca más.