Inmigrantes y expulsados
Un puerto lleno de historias, la decadencia y el sueño de rearmar el país

Periodista y Director de Newstad
La oleada que forjó Argentina con Sarmiento como hacedor. El desastre populista y la exportación de cerebros al mundo.
Somos un país de inmigrantes. Nos nutrimos de los gallegos y sus panaderías, de los tanos y su conocimiento de campo, vino y gastronomía. De los maestros que importó Domingo Faustino Sarmiento para forjar las bases de un país próspero e intelectual, pero con esfuerzo y oficio. Fuimos la sumatoria de eso an algún momento, y para mejor, la economía más desarrollada de Latinoamérica y el lugar donde más de un francés quería vivir para sentirse en París por un rato. Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, Argentina vivió un proceso inmigratorio único que nos moldeó cultural, social y económicamente.
Luciana Sabina lo explica como nadie, fue Domingo Faustino Sarmiento, quien entendió con claridad que el futuro del país dependía de la inmigración masiva, la educación pública y la apertura al mundo. Ya éramos liberales y no lo sabiamos.
Desde 1850 hasta 1950, Argentina se convirtió en uno de los principales receptores de inmigrantes de todo el mundo, por encima de todos nuestros vecinos. Aproximadamente seis millones de personas llegaron al país en este período de forma legal. Italia primero, encabezó las cifras, aportando casi tres millones de inmigrantes, casi uno de dos eran tanos en el puerto. Eligieron asentarse principalmente en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, dedicándose a la agricultura, la construcción y el comercio. Ahí entonces se focalizaron en ser los mejores en la producción agrícola, la industria vitivinícola y dieron forma a gran parte de nuestra gastronomía.
Los mal llamados “gallegos”, porque vinieron no sólo de Galicia, también nos dotaron de oficios y mentes brillantes pero sobre todo esforzados. España fue otro país clave en la construcción de la Argentina moderna, aportando casi dos millones de inmigrantes (aproximadamente el 30% del total). Ellos eligieron el comercio minorista, su panadería y las distintas actividades industriales, ayudando así a consolidar la economía urbana del país.
Desde Francia llegaron alrededor de 250 mil inmigrantes que impulsaron significativamente la cultura, la educación, la arquitectura y la gastronomía refinada. Cualquiera que disfrute de caminar por el bajo, por Palermo Chico o las calles linderas al Palacio Anchorena, donde Alejandro Christophersen volcó todo lo aprendido en Paris para ahorrarnos el pasaje entre pilastras y ornamentos únicos. Estados Unidos también contribuyó con técnicos e ingenieros que aportaron innovaciones tecnológicas fundamentales para la modernización del agro.
La economía tuvo un crecimiento fuerte desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Entre 1880 y 1914, el PBI creció a un promedio anual del 6%, transformando al país en una potencia agrícola y ganadera. En 1913, Argentina ocupaba el décimo lugar mundial en riqueza per cápita, superando a muchos países europeos, y Buenos Aires era conocida como "la París de Sudamérica", reflejando su posición cosmopolita y su pujanza económica y cultural. El debate de Javier Milei sobre si fuimos o no la séptima potencia es estéril, es verdad, fuimos potencia cultural, arquitectónica, deportiva y económica encabezando el podio del sur del continente.
Si bien la década infame termina en 1930 según el consenso de diversos historiadores, el crecimiento económico sostenido de esos años empieza a mermar y consigo el desarrollo a partir de 1940. La segunda gran guerra nos dotó de inmigrantes, pero al compás de eso Juan Perón ponía en marcha el plan de políticas populistas caracterizadas por un fuerte intervencionismo estatal, la nacionalización masiva de empresas, la emisión monetaria descontrolada y el proteccionismo económico extremo, lo que debilitó la economía. Hacia la década del '70, la economía argentina ya mostraba señales claras de estancamiento e inflación crónica.
Desde entonces no logramos recuperar esa prosperidad que asegura Javier Milei, volverá a tener Argentina en el mediano plazo. Según datos históricos, en los últimos cincuenta años aproximadamente dos millones de argentinos dejaron el país buscando mejores oportunidades económicas y estabilidad. Esta diáspora refleja una dramática inversión del flujo migratorio que durante más de un siglo enriqueció al país. No llegan ingenieros, se van ingenieros. Recibimos expulsados por la narco dictadura de Nicolás Maduro, volcados también a la gastronomía y la nueva industria de servicios de delivery.
Hoy, Argentina exporta talento y conocimiento al mundo. Miles de argentinos altamente calificados se destacan en el exterior en ámbitos como medicina, ingeniería, ciencia, tecnología y artes. Países como Estados Unidos, Canadá, Australia, España, Reino Unido y Alemania reciben a diario a nuestros compatriotas, quienes generan valor económico e intelectual significativo en las naciones que los acogen.
El talento argentino brilla en científicos trabajando para la NASA, médicos en los hospitales más prestigiosos de Estados Unidos y Europa, ingenieros informáticos en Silicon Valley, emprendedores en Australia y Canadá, y artistas reconocidos internacionalmente en universidades de primer nivel. Todos se fueron buscando gloria y reconocimiento. Ahora no saben si volver.
Este fenómeno demuestra que el enorme potencial argentino está vivo y que sus raíces en esa gran oleada inmigratoria original, intacto. Recuperar el espíritu original de apertura económica, libre iniciativa privada y ese tan demonizado “mérito” será fundamental para volver a ofrecer oportunidades reales a los argentinos acá, en su propio suelo..
En esta edición especial de Newstad celebramos a los argentinos que triunfan lejos de casa, recordando que recuperar las virtudes históricas que hicieron grande a Argentina es la clave para volver a situar al país en la senda del desarrollo y la prosperidad.