¿Trump es o se hace?
El republicano ofreció señales concretas respecto de plazos para acceder a sus demandas, y mantiene en vilo al planeta agrícola, cuyo futuro depende en gran medida de lo que el presidente de Estados Unidos vaya a decidir.
Un cronista de los 70 u 80 habría asegurado que se están derramando ríos de tinta en torno de la figura del nuevo/viejo presidente de los Estados Unidos. Si bien la tecnología tornó obsoleto este comentario, es indudable que Donald Trump es el centro del mundo por estos días, y eso involucra especialmente al planeta agropecuario.
Lo que para bien o para mal parecía resuelto, no lo está. Todos esperaban que el republicano lanzara la guerra de tarifas a partir del mismísimo momento de entrar al Salón Oval, y desatara con esa medida cambios profundos en el negocio global de granos y carnes. No sucedió.
¿Trump es realmente implacable con aquellos que compiten con su país o se disfraza de duro e insensible para negociar con el temor del otro como aliado? Sus primeros pasos parecen abonar esta última teoría, al tiempo que el magnate devenido presidente tiene en ascuas a propios y extraños.
A contramano de sus discursos de precampaña, Trump dijo el último viernes que prefiere no verse obligado a imponer aranceles a China, “pero es un tremendo poder que indudablemente tenemos sobre la nación asiática”. Los primeros plazos conocidos llegan apenas hasta el 1º de febrero próximo, y lo que está en danza son tarifas del 25% para Canadá y México, y un adicional del 10% para China, que llevará la gabela al 50%. Probablemente también haya castigos para la Unión Europea y los BRICS. “Tenemos un déficit de 350 mil millones de dólares con la Unión Europea. “Nos tratan muy, pero muy mal, así que van a tener que pagar aranceles”, bramó Trump.
Hay que decir que estos países conforman un entramado comercial en materia de granos y carnes formidable. Si el republicano pusiera en marcha toda esta batería de medidas, a las que seguramente se sumarán las pertinentes represalias, el negocio del campo a nivel global se reconfiguraría.
Los mercados tomaron como una señal positiva que Trump no haya impuesto aranceles a China en sus primeros días en el cargo, y que la agresividad de sus discursos aparezca mermada. “Evidentemente se hace, pero no es”, subrayó un trader como habiendo llegado a una conclusión final respecto del personaje.
Así, el súperdolar –que se había generado previendo la victoria de Trump en noviembre- perdió terreno, la soja y el maíz arrancaron la semana pasada con ganancias atractivas, el yuan chino se apreció y muchas otras cosas parecieron florecer. Pero Trump se encargó de sembrar de dudas el horizonte unos días después, y realizó un anunció que puso todo a fojas cero: la creación de una nueva oficina gubernamental conocida como el Servicio de Impuestos Externos, que se encargará de recaudar aranceles sobre las importaciones. "En lugar de gravar a nuestros ciudadanos para enriquecer a otros países, impondremos impuestos a los países extranjeros para enriquecer a nuestra gente ", aseguró
Pragmáticos, los chinos están listos para contraatacar, pero por ahora ponen la otra mejilla en la intención de evitar un gran conflicto. Sus voceros aseguran que el país está dispuesto a mantener la comunicación con Estados Unidos para manejar adecuadamente las diferencias y darle vida a una cooperación mutuamente beneficiosa.
A Trump le quita el sueño el superávit comercial de China con Estados Unidos. Si el republicano impusiera un arancel adicional del 10 por ciento a la segunda economía del planeta y esta respondiera del mismo modo, el PBI de ambos saldría perdiendo. Y los productores de maíz y soja de Estados Unidos podrían resignar miles de millones de dólares. Sucedió en la primera presidencia de Trump, y toda la sociedad norteamericana pagó los platos rotos.
En efecto, para salvar a los farmers de las consecuencias de la guerra comercial que Trump había declarado, este dispuso una suma colosal que distribuyó entre los agricultores. Advertidos de la posibilidad de que esto se repita, algunos tratan de desempolvar el acuerdo Fase 1 –selló la paz en 2020- firmado oportunamente con los chinos. Los asiáticos aún deben compras de soja y maíz estadounidenses; la idea es presionar para que cumplan con los saldos pendientes. Si se logra, sería alcista para los precios del poroto.
“Es poco probable que la amenaza de nuevos aranceles obligue a China a estimular sus compras de base agrícola. No se sentirán obligados a hacer nada. En última instancia, la capacidad de Estados Unidos para hacer cumplir el acuerdo dependerá de lo que acepte Beijing”, coinciden varios analistas. Eso significa más negociaciones, lo que socava la utilidad del acuerdo Fase 1 como una herramienta de protección de rápido despliegue para los agricultores.
La participación de Estados Unidos en el mercado de soja de China se viene derrumbando desde la guerra comercial de 2018. Es cierto, Brasil colabora para que el share del país del norte se vaya muriendo lentamente. ¿Cuánta soja estadounidense realmente necesita China? No mucha. Desde el último año de guerra comercial total, 2019, las exportaciones de Brasil a China aumentaron en 17 millones de toneladas, mientras que las de Estados Unidos crecieron entre 2 y 4 millones de toneladas. Si el socio del Mercosur quisiera, no necesitaría de nadie más para mantener abastecida a China.
Los más veteranos en las lides del comercio granario en Estados Unidos llaman a no desesperarse. Aseguran que los comentarios de Trump son indicativos de su método típico de hacer tratos, en el que comienza con una amenaza mayor y la usa como palanca para negociar. “Trump tiene un historial de lanzar globos de ensayo y ver cómo reaccionan los destinatarios”, enfatizan.
Naomi Blohm, asesora de mercado sénior de Total Farm Marketing, cree que la fecha del 1º de febrero es una señal para las otras naciones de que hasta ahí va a permitir negociaciones a puerta cerrada en torno de la implementación de aranceles. Quienes estuvieron en la gala inaugural, juran haber visto algunos gestos hacia China. Entre ellos se encuentra la asistencia de funcionarios de alto rango enviados por Beijing, así como la llamada de Trump a Xi Jinping unos días antes.
Si los aranceles sobre China, Canadá, México y la Unión Europea avanzan, se prevé que la volatilidad en los mercados agrícolas explote. No es una buena noticia para nuestros productores ni para el resto de los agricultores del planeta.
Por lo pronto China compró toda la soja que pudo para protegerse de la llegada del republicano a la Casa Blanca. Fueron importaciones récord para el gigante asiático, por encima de los 105 millones de toneladas, un aumento del 6,5 por ciento respecto del año anterior. La vuelta de los chinos del largo feriado impuesto por el Nuevo Año Lunar ofrecerá mucha tela para cortar a partir de la próxima semana.
Algunos agitan una tesis alcista. Tienen la esperanza de que China compre más soja estadounidense para apaciguar a Trump mientras revisa el acuerdo Fase 1. “No importa que la soja sea más barata en Brasil, es solo una jugada política”, afirma un bróker de larga trayectoria en Chicago.
Los más veteranos en las lides del comercio granario en Estados Unidos llaman a no desesperarse. Aseguran que los comentarios de Trump son indicativos de su método típico de hacer tratos, en el que comienza con una amenaza mayor y la usa como palanca para negociar. “Trump tiene un historial de lanzar globos de ensayo y ver cómo reaccionan los destinatarios”, enfatizan.
Naomi Blohm, asesora de mercado sénior de Total Farm Marketing, cree que la fecha del 1º de febrero es una señal para las otras naciones de que hasta ahí va a permitir negociaciones a puerta cerrada en torno de la implementación de aranceles. Quienes estuvieron en la gala inaugural, juran haber visto algunos gestos hacia China. Entre ellos se encuentra la asistencia de funcionarios de alto rango enviados por Beijing, así como la llamada de Trump a Xi Jinping unos días antes.
Si los aranceles sobre China, Canadá, México y la Unión Europea avanzan, se prevé que la volatilidad en los mercados agrícolas explote. No es una buena noticia para nuestros productores ni para el resto de los agricultores del planeta.
Por lo pronto China compró toda la soja que pudo para protegerse de la llegada del republicano a la Casa Blanca. Fueron importaciones récord para el gigante asiático, por encima de los 105 millones de toneladas, un aumento del 6,5 por ciento respecto del año anterior. La vuelta de los chinos del largo feriado impuesto por el Nuevo Año Lunar ofrecerá mucha tela para cortar a partir de la próxima semana.
Algunos agitan una tesis alcista. Tienen la esperanza de que China compre más soja estadounidense para apaciguar a Trump mientras revisa el acuerdo Fase 1. “No importa que la soja sea más barata en Brasil, es solo una jugada política”, afirma un bróker de larga trayectoria en Chicago.