Tiempo de volver
Se viene Semana Santa: un viaje hacia el corazón

Párroco de Santa Elena (Palermo)
No es solo un feriado. Es una invitación a frenar, mirar adentro y preguntarnos qué nos sostiene cuando todo tambalea. En el silencio de estos días, tal vez descubramos que hay heridas que sólo el amor sabe curar.
Hay dos momentos durante el año que la liturgia nos permite compartir la lectura de la Pasión: uno es el Domingo de Ramos y otro es el Viernes Santo. Y la lectura de la Pasión se actualiza cada vez que nosotros la compartimos. Y cuando se actualiza quizás el primer sentimiento que nos viene a todos es ¿hasta dónde puede llegar la violencia del hombre? ¿Hasta dónde puede llegar la risa, el insulto? ¿Hasta dónde puede llegar la maldad del hombre? Y así como nos viene ese sentimiento, el segundo sentimiento es ¿hasta dónde puede soportar un hombre por amor? Y quizás el desafío más grande es quedarnos con el segundo sentimiento. Porque el segundo sentimiento nos abre puntualmente a contemplar lo que Jesús realizó en el camino de la cruz por cada uno de nosotros. Y en definitiva es lo que le da sentido a nuestra fe y es lo que le da sentido a nuestra vida: Jesús nos rescató a cada uno de nosotros por amor.
Hay tres puntos de la Pasión que me parecía importante compartir. Lo primero es el silencio de Jesús; y lo segundo son dos consecuencias de ese silencio, la esperanza y la confianza. El silencio de Jesús es un silencio de palabras exteriores, pero tiene un diálogo interno fluido, lleno de palabras con su Padre. Es un silencio fecundo. Es un silencio acompañado. Es un silencio concentrado en lo que está haciendo. Jesús vive cada uno de los momentos; y en cada uno de los momentos sigue siendo libre: entrega su vida por voluntad del Padre, libremente. Pero, además, cada una de las palabras que dice a lo largo de la Pasión, son fruto de ese silencio. El Maestro responde siempre con ternura y con amor.
¿Cuáles son las consecuencias del silencio de Jesús? Una de las consecuencias es en torno a la esperanza, que a nosotros nos viene muy bien en este año jubilar. Y la esperanza la pone de manifiesto cuando el Buen Ladrón le dice, ‘Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino… instalando tu Reino’ (Lc 23, 42). Uno podría decir que hasta el último momento, el Buen Ladrón Dimas ejerció su profesión y le robó al Señor la salvación. La esperanza de Jesús se pone de manifiesto en una palabra, cuando le dice ‘hoy’…’Hoy estarás conmigo en el Paraíso’ (Lc 23, 43). Y esa esperanza se lleva puntualmente a la salvación. El Buen Ladrón está sufriendo lo mismo que Jesús, pero Jesús lo tensa en esperanza hacia el Reino. La salvación es hoy.
Y así como una de las consecuencias es esa esperanza, también la segunda consecuencia es la confianza. Porque si hay algo que a todos nos llama la atención es que antes de morir Jesús dice públicamente ‘En tus manos encomiendo mi espíritu’ (Lc 23, 46). Esa es la gran obra del Maestro. Esa fue la gran misión: dar a conocer quién estaba detrás. El Maestro lo siente, lo vive, el Padre y el Espíritu lo están acompañando; y además, lo expresa, lo dice públicamente, con lo cual genera en todo su entorno una gran duda: ¿a quién le está hablando? ¿Quién está detrás? ¿Sobre quién deposita su espíritu? Y a partir de ahí, esa confianza es camino de conversión para muchos. El centurión lo manifiesta (Lc23, 47), pero muchos vuelven golpeándose porque fueron testigos de esa confianza (Lc 23, 48).
Comenzamos esta Semana Santa. Pidámosle al Señor, entonces, que nos enseñe su silencio, que aprendamos de su silencio y que podamos dar fruto de esperanza y confianza.