Mito y realidad
Rosas: ¿hasta qué punto defendió la soberanía?
La imagen del Restaurador como protector de nuestra geografía ante las potencias extranjeras tiene poco que ver con la realidad. Su actuación ante los bloqueos y la usurpación de las Malvinas prueban que estaba más preocupado por el poder que por la patria.
La historiografía revisionista presenta a Juan Manuel de Rosas como el gran defensor de la soberanía nacional, un baluarte contra las potencias extranjeras y un líder inquebrantable en la defensa del territorio argentino. Sin embargo, un análisis detallado de los hechos demuestra que esta imagen heroica está lejos de la realidad. Su gestión estuvo marcada por decisiones erráticas, concesiones vergonzosas y una visión limitada de la política exterior que, lejos de fortalecer la soberanía nacional, la puso en riesgo en numerosas ocasiones.
Conviene empezar por los famosos bloqueos, el primero, efectuado por Francia, comenzó debido a precipitaciones diplomáticas evitables, y se agravó con la ayuda prestada a Juan Lavalle y la usurpación violenta de la isla Martín García por parte del país galo.
¿Qué hizo el paladín de la soberanía nacional para recuperar Martín García? Absolutamente nada: “No se llamó a combate y nadie corrió a las armas. La isla Martín García quedó en poder de los franceses hasta que fue devuelta, dos años después, por estipulación expresa de la convención Mackau-Arana, sin que Rosas hiciera ninguna tentativa para expulsar a las fuerzas ocupantes”, señala el historiador Luis María Drago.
El segundo conflicto se produjo con Francia e Inglaterra. La crisis estalló tras el apoyo que Rosas dio a Manuel Oribe para sitiar Montevideo. Oribe había sido presidente del país vecino, vencido por los opositores debió exiliarse en la Argentina y deseaba reinstalarse en el poder. Desde su llegada a Buenos Aires, el uruguayo se convirtió en uno de los lugartenientes más sanguinarios de Rosas.
Los europeos en cuestión eran garantes de la independencia uruguaya y con Montevideo sitiada reclamaron a Buenos Aires. Brasil también se quejó diplomáticamente. El Restaurador se volvió intransigente y solo para entrar en negociaciones exigió que Oribe fuese nombrado presidente de Uruguay. Entonces comenzó el bloqueo anglo-francés al Río de la Plata que duraría años.
Jamás pretendieron invadirnos, como suelen afirmar los revisionistas. Rosas no buscó defender la soberanía argentina, sino lesionar la uruguaya y lejos de proteger nuestra integridad la puso en riesgo.
Un párrafo aparte merece el caso Malvinas, donde “el prócer” demostró que su noción sobre el honor y la soberanía era bastante elástica. En 1824 la Argentina solicitó un empréstito a la Baring Brothers & Co., de Londres, poco después entramos en cesación de pagos y una serie de bonistas extranjeros comenzaron a reclamar al gobierno nacional. Años más tarde, los ingleses tomaron las islas Malvinas.
La primera respuesta fue amonestar por escrito el hecho: acababan de insultar nuestra dignidad y pisotearnos vilmente. Pero el escarnio fue temporalmente escaso y durante su segunda gobernación Rosas ofreció pagar a los bonistas ingleses con el archipiélago.
En 1838 se dio a Manuel Moreno, ministro argentino en Londres y hermano de Mariano, la siguiente directiva: “Adicional a las instrucciones dadas con fecha de hoy (…). Insistirá que se le presente el reclamo respecto de la ocupación de las islas Malvinas, y entonces explorará con sagacidad sin que pueda trascender ser idea de que este Gobierno si hubiera disposición en el de S.M. B. a hacer lugar a una transacción pecuniaria, que sería para cancelar la deuda pendiente del empréstito argentino”.
No se sabe si Moreno realizó alguna gestión por entonces, pero en 1843 llegó a Buenos Aires François Falconnet, enviado por Baring Brothers & Co. para renegociar la deuda y se le ofreció oficialmente cancelarla con Malvinas. Falconnet no aceptó. Insistieron a través de correspondencia que se conserva en los archivos de la Baring y no deja duda alguna a la posteridad.
Por otra parte, hubo otros casos de regiones que la Argentina no conservó debido a los errores o desinterés de Rosas, como las Misiones Jesuíticas o Tarija.
Lejos de ser el guardián de la soberanía que sus defensores han construido, Rosas fue un político cuya gestión comprometió la integridad territorial nacional. Su fracaso en recuperar Martín García, su obstinación en la política uruguaya que derivó en bloqueos que afectaron la economía nacional y su intento de canje de las Malvinas por deudas impagas desnudan su verdadera cara: la de un gobernante más preocupado por su propio poder que por la soberanía argentina.