Conflicto en Oriente Medio
Por qué Israel no es un Estado genocida y Hamás sí pretende un genocidio
Las acusaciones contra Israel forman parte de una narrativa construida por el islam radicalizado y la izquierda. El grupo terrorista, en cambio, hace explícita su intención de eliminar a los israelíes.
En el debate sobre el conflicto en Oriente Medio, una acusación que se ha repetido con frecuencia es que Israel comete un genocidio contra el pueblo palestino. Sin embargo, esta afirmación no solo es inexacta, sino que es la base fundamental de la campaña de desinformación y demonización del Estado judío e ignora la verdadera naturaleza del conflicto y de las intenciones explícitas de Hamás.
Genocidio es lo que pretende hacer Hamás y no puede, y lo que Israel podría llevar a cabo, pero no quiere. Porque, para comprender la realidad, primero, es necesario analizar qué constituye un genocidio y cómo se alinean los actores involucrados con esta definición.
¿Qué es un genocidio?
El término genocidio fue acuñado por el jurista polaco Raphael Lemkin en 1944 y posteriormente definido en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de la ONU en 1948. Según esta convención, un genocidio es un acto cometido con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Entre los actos que constituyen genocidio se incluyen asesinatos masivos, daño grave a la integridad física o mental, imposición de medidas para prevenir nacimientos y el traslado forzoso de niños de un grupo a otro.
A la luz de esta definición, el actuar de Israel no puede calificarse como genocidio. Israel, como Estado democrático, no busca la eliminación del pueblo palestino. Ha tomado medidas militares en respuesta a incesantes ataques terroristas contra su población civil, pero no ha implementado políticas sistemáticas dirigidas a exterminar a la población palestina.
En cambio, si examinamos los principios rectores de Hamás, encontramos una clara intención genocida. La Carta fundacional de Hamás, publicada en 1988, deja en claro su objetivo de eliminar a Israel y a los judíos en general. En su preámbulo señala que “Israel existirá y continuará existiendo hasta que el islam lo destruya, tal como ha borrado a otros antes”, y en su artículo siete, entre tantos otros en la misma línea discursiva, se cita un hadiz que proclama que llegará el día en que los musulmanes matarán a los judíos dondequiera que los encuentren. Esto no es retórica defensiva; es una declaración explícita de un objetivo genocida.
A diferencia de Israel, cuya estrategia militar se centra en eliminar amenazas terroristas específicas y, en la actualidad, a rescatar a secuestrados, Hamás ha utilizado repetidamente ataques contra civiles, incluidos atentados suicidas y el lanzamiento indiscriminado de cohetes contra poblaciones israelíes. La diferencia clave radica en que Israel intenta minimizar el daño colateral, mientras que Hamás busca maximizar el número de víctimas civiles para sembrar terror y presionar a la comunidad internacional.
La masacre del 7 de octubre de 2023 expuso como nunca la intención genocida de Hamás, al punto tal de filmar y mostrar al mundo sus atrocidades, contando con la complicidad narrativa de la feroz ola de antisemitismo y desinformación que fue producto de un trabajo de décadas de ingeniería social.
Las cosas por su nombre, el intento genocida de Hamás contó con el apoyo de un movimiento radical, resultado de la unión antinatural entre el islam radical y la izquierda, que usa la máscara de la inclusión, la supuesta lucha por los históricamente discriminados, pero que solo pretenden la desaparición del Estado de Israel y del pueblo judío. Movimiento que ha invertido miles de millones de dólares en la compra de cátedras universitarias, medios de comunicación, partidos políticos, gobiernos, artistas y líderes populistas.
Tal fue la apuesta a esta narrativa y nuevo orden que pretendieron imponer que los terroristas palestinos no ocultaron sus crímenes, sino que dejaron que este falso progresismo, los “defensores de los DDHH”, los organismos internacionales y los medios cooptados, y los temerosos de decir las cosas como son, hicieran el trabajo de encubrimiento.
A esta construcción social se la combate con la verdad, dejando expuestas todas sus falsedades, por ello hagamos un repaso de algunos mitos que instalaron en gran parte de los desprevenidos que nada saben del conflicto.
Los números no respaldan la acusación contra Israel
Quienes acusan a Israel de ser un Estado genocida suelen señalar las cifras de muertos en Gaza. Sin embargo, las bajas civiles, aunque trágicas, no constituyen genocidio. En toda guerra hay daños colaterales, y es importante distinguir entre ataques dirigidos a objetivos militares y el asesinato deliberado de un grupo específico. Israel ha implementado medidas como avisos previos a bombardeos, “toques de puerta” —bombardeos preventivos de advertencia— y corredores humanitarios.
En cambio, Hamás ha usado a su propia población como escudos humanos, colocando infraestructura militar en hospitales, mezquitas y escuelas. Esto no solo aumenta las bajas civiles, sino que constituye un crimen de guerra según el derecho internacional.
Israel no es un Estado genocida porque no busca la eliminación de los palestinos. En cambio, Hamás sí encaja dentro de la definición de un grupo con objetivos genocidas, dado su deseo manifiesto de exterminar a los judíos y destruir Israel. Enfrentar la verdad, por incómoda que sea, es el primer paso hacia un diálogo basado en la realidad y no en la propaganda. Solo cuando se reconozcan las verdaderas intenciones de los actores involucrados se podrá aspirar a una solución duradera para israelíes y palestinos.
Israel no usurpa tierras, nunca existió un país llamado Palestina
Israel no usurpa tierras, la existencia de judíos asentados el territorio es milenaria, data de varios siglos antes de Cristo. En cambio, nunca existió un Estado llamado Palestina ni existieron los “palestinos”; Judea pasó a llamarse Palestina durante el Imperio romano con la finalidad de sofocar la rebelión de los judíos contra Roma.
La idea de usurpación o de Israel como Estado colonizador empieza después de la Guerra de los Seis Días. Luego de esta guerra sus vecinos crearon la narrativa del Estado colonizador que victimiza a los Estados árabes. Una vez más cabe recordar que todas las guerras de Israel fueron defensivas. Israel tampoco ocupa Gaza: se retiró unilateralmente de allí en 2005
La palabra Palestina hace referencia a los filisteos, pero los palestinos ni descienden ni nunca interactuaron con los filisteos. En el año 132 d.C., luego de falsas promesas para la reconstrucción del Templo de Jerusalén, el emperador de Roma, Adriano, llamó a Jerusalén Colonia Aelia Capitolina e inició la construcción de templos politeístas allí, lo que dio inició a revueltas judías, lideradas por Bar Kojva. En el 135 d.C., a pesar del triunfo romano, sorprendidos por el costo de dicha lucha y dado que la región de Judea hacía referencia al pueblo judío, los romanos le cambiaron el nombre y la llamaron Palestina en recuerdo a los filisteos, que como ya no existían, no podían reclamar la tierra.
Los palestinos como tales, como pueblo y causa, son una creación de 1964, nada tienen que ver con la Palestina histórica. Por otro lado, la Palestina histórica fue entregada en casi un 80% a los árabes, el reino de Jordania, y ese poco más del 20% restante debía dividirse nuevamente entre judíos y árabes, cosa que los judíos aceptaron y los árabes no solo rechazaron, sino que lanzaron una y otra guerra para exterminar a los judíos. Cisjordania y Gaza estuvieron bajo mandato de Jordania y Egipto sin escuchar nunca de una causa palestina. Los palestinos nunca tuvieron control soberano alguno hasta los acuerdos de Oslo de los años 90 y la retirada de Israel de Gaza en el 2005, es decir, que la situación actual, previa al 7 de octubre 2023, de los palestinos es la mejor que han conocido, ya que poseen control sobre su propio territorio. Sin embargo, ahora se habla de la causa palestina como una bandera contra la única democracia de Oriente Medio.
Gaza pudo haberse transformado en Qatar, pero decidieron ser como el Líbano. Las millonarias cifras que el mundo destinó a los palestinos no fueron para el crecimiento y la mejora de los palestinos: fueron dirigidas a crear una ciudad subterránea con fines militares y a parar a la compra y fabricación de armamento, nunca al progreso y al bienestar del pueblo. Por eso, si hubiese una real causa palestina, debiera ser contra sus propios líderes que rechazaron toda propuesta de Estado propio y contra las organizaciones terroristas, que son quienes sumieron a los palestinos en sus miserias.
La importancia de un discurso basado en la realidad
Las acusaciones de genocidio contra Israel no solo son falsas, sino peligrosas. Equiparar una respuesta militar defensiva con un genocidio trivializa crímenes históricos reales, como el Holocausto o el genocidio de Ruanda. Además, esta retórica desinforma a la opinión pública y dificulta la posibilidad de una solución real al conflicto.
Por otro lado, reconocer que Hamás sí tiene una intención genocida es fundamental para abordar el conflicto de manera honesta. No se puede esperar un proceso de paz mientras una de las partes busca la destrucción de la otra. La comunidad internacional debe comprender que la solución no pasa por presionar a Israel para que ceda ante un grupo terrorista, sino por desmantelar a Hamás y permitir la construcción de un liderazgo palestino comprometido con la paz.