Rock nacional
No queda más que viento: ¿El flaco Spinetta fanático de Chejov?
Hace más de 15 años, en un taller de escritura que dictaba Félix Bruzzone en Recoleta, leí por primera vez Una bromita de Antón Chéjov. Desde entonces, una pregunta me persigue: ¿podría haber sido este relato una inspiración para la letra de Seguir viviendo sin tu amor de Luis Alberto Spinetta?
No existen registros que confirmen que Spinetta leyó a Chéjov, pero dada su vasta formación literaria y su fascinación por la literatura rusa, no sería extraño que hubiera tenido algún contacto con su obra. El Flaco era un lector ávido, influenciado por autores como Artaud, Rimbaud, Borges y Dostoievski, y en varias entrevistas expresó su interés por la literatura existencialista y psicológica. Chéjov, con su exploración de la melancolía y la complejidad emocional, encaja perfectamente en esa sensibilidad.
Para quienes aún no han leído Una bromita, el cuento narra la historia de un joven y Nádezhda Petrovna (Nádeñka) en un crudo día de invierno. Él la convence de deslizarse en trineo por una colina helada y, en medio del descenso, le susurra al oído: "¡La amo, Nadia!". La incertidumbre de si ha escuchado bien o si solo fue el viento la inquieta profundamente, llevándola a repetir los descensos en busca de una certeza. Con el tiempo, Nádeñka se vuelve dependiente de esas palabras, disfrutando de la mezcla de miedo y emoción que generan. Un día, desciende sola, intentando escuchar nuevamente la misteriosa declaración, pero el miedo la paraliza y le impide distinguir si realmente ha oído algo. Cuando la primavera llega y la colina se derrite, el joven, antes de marcharse para siempre, aprovecha el viento para susurrarle una última vez: "¡La amo, Nadia!". Años después, ya casada y con una vida común, Nádeñka sigue recordando con nostalgia aquel momento, mientras el narrador, más maduro, se pregunta por qué hizo aquella broma sin medir su impacto.
Antón Chéjov (1860-1904) fue un maestro del relato corto y uno de los dramaturgos más influyentes de la literatura rusa. Sus cuentos destacan por su precisión, su exploración de la psicología humana y su capacidad para retratar la vida cotidiana con sutil ironía y melancolía. Una bromita es un claro ejemplo de su talento para capturar emociones profundas a partir de situaciones aparentemente triviales. En este cuento, Chéjov juega con la ilusión del amor y la fragilidad de los sentimientos, mostrando cómo una simple broma puede marcar para siempre la vida de una persona. Como en muchas de sus narraciones, evita un desenlace dramático o moralizante, dejando en cambio una reflexión sobre la fugacidad de las emociones y el peso de la nostalgia.
Tanto Una bromita como Seguir viviendo sin tu amor exploran la fragilidad del amor y la persistencia del recuerdo. En el cuento, el protagonista siembra en Nádeñka una ilusión amorosa que se transforma en un recuerdo imborrable y doloroso. De manera similar, la canción de Spinetta expresa la imposibilidad de seguir adelante sin un amor perdido, con un tono melancólico y evocador.
En Seguir viviendo sin tu amor, Spinetta canta: "No queda más que viento", una frase cargada de melancolía y vacío que resuena con Una bromita, donde el viento actúa como cómplice del protagonista, llevando aquellas palabras susurradas "¡La amo, Nadia!" que marcarán para siempre a Nádeñka. Al final del cuento, cuando el joven se ha ido y la colina ha desaparecido con la primavera, solo queda el viento, y con él, la ausencia de aquello que pudo haber sido. Ambas obras transmiten la idea de que el amor, ya sea real o imaginado, deja una huella indeleble en quienes lo experimentan: en Una bromita, las palabras arrastradas por el viento se convierten en el recuerdo más bello y, a la vez, más triste de la vida de Nádeñka; mientras que en la canción de Spinetta, la ausencia del ser amado genera un vacío imposible de llenar. Tanto Chéjov como el Flaco capturan la esencia de la nostalgia amorosa, mostrando que los sentimientos, aunque efímeros en el tiempo, pueden permanecer vivos en la memoria y el alma.
Debo darle el crédito de esta conexión al gran Félix Bruzzone, quien sembró esta pregunta en mi mente y que, hasta el día de hoy, sigue resonando en mí.