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Murió Mario Vargas Llosa, el liberal más incómodo
El Nobel peruano falleció en Lima a los 89 años. Su pluma fue tan brillante como desafiante. Vargas Llosa incomodó a izquierda y derecha con una defensa radical de la libertad individual, convirtiéndose en una figura irreverente para quienes preferían el pensamiento alineado.
En la noche del domingo 13 de abril de 2025, Lima se convirtió en escenario del último acto de una vida dedicada a las letras y al pensamiento: Mario Vargas Llosa, el autor que convirtió la literatura en una forma de resistencia y la política en una novela sin final feliz, falleció a los 89 años.
La noticia fue confirmada por su hijo Álvaro, quien lo acompañó en sus últimos días, en los que el Nobel peruano recorrió en silencio los escenarios de sus ficciones: el colegio militar Leoncio Prado, el bar La Catedral, el jirón Huatica. Fue un adiós sin solemnidades, como él mismo había pedido: “sin entusiasmo, ni multitudes, ni ceremonia” .
Mario Vargas Llosa nació en Arequipa en 1936 y vivió una infancia marcada por la ausencia y el reencuentro con un padre autoritario. Esa tensión entre libertad y poder sería el eje de su obra. Desde su debut con "La ciudad y los perros" (1963), que retrató la brutalidad castrense, hasta "Conversación en La Catedral" (1969), donde se preguntó “¿En qué momento se jodió el Perú?”, Vargas Llosa fue un cartógrafo de las estructuras del poder y de la resistencia individual, como reconoció la Academia Sueca al otorgarle el Nobel en 2010 .
Su carrera literaria abarcó novelas, ensayos y columnas periodísticas. Obras como "La casa verde", "La guerra del fin del mundo", "La fiesta del Chivo" y "Tiempos recios" exploraron desde la selva peruana hasta las dictaduras caribeñas, siempre con una prosa rigurosa y una mirada crítica. Su último libro, "Le dedico mi silencio" (2023), fue una despedida de la ficción, y en 2024 cerró también su etapa como columnista.
En el ámbito político, Vargas Llosa transitó de la izquierda sartreana al liberalismo de Popper y Berlin. Su ruptura con la revolución cubana en 1971 marcó un giro ideológico que lo llevó a postularse a la presidencia del Perú en 1990, siendo derrotado por Alberto Fujimori. Esa experiencia la narró en sus memorias El pez en el agua (1993), donde alterna la crónica política con su formación literaria. Desde entonces, se convirtió en uno de los más sólidos referentes del liberalismo hispanoamericano, defensor del Estado de derecho, la economía de mercado y las libertades individuales. Rechazó con firmeza el populismo —de izquierda y de derecha—, denunció sin matices al chavismo y fue una voz incómoda en foros progresistas, donde su crítica al dogma identitario lo alejó de las modas intelectuales. Con un humor ácido, llegó a calificar el lenguaje inclusivo como “una imbecilidad que solo sirve para destruir la elegancia del español”, reafirmando su convicción de que la claridad del pensamiento empieza por el respeto a las palabras.
Su vida personal fue igualmente intensa. Se casó con su tía Julia Urquidi, luego con su prima Patricia Llosa, madre de sus tres hijos, y más tarde mantuvo una relación con Isabel Preysler. Su hijo Álvaro, escritor y analista político, heredó su compromiso con la libertad y la crítica al autoritarismo .
Vargas Llosa fue miembro de la Real Academia Española y de la Académie Française, y recibió premios como el Cervantes, el Príncipe de Asturias y el Rómulo Gallegos. En 2011, el rey Juan Carlos I de España lo nombró marqués de Vargas Llosa.
Hasta el final, defendió la ficción y la lectura como formas de resistencia y libertad, dejando un legado inmortal para sus lectores.
Con su partida, se cierra un capítulo esencial de la literatura hispanoamericana. Pero sus palabras, como las de Zavalita en "Conversación en La Catedral", seguirán resonando en quienes se pregunten por el destino de sus países y de sus vidas.