OPINIÓN
Milei sonríe: las claves del plan del Gobierno para arrasar en octubre
Empieza el crecimiento y llega el final de la inflación con salida de cepo. Tipo de cambio competitivo y consolidación del proyecto político con mira en 2027.
El 2025 comienza con uno de los mayores desafíos para el gobierno: ampliar y consolidar su base electoral de cara a las elecciones de medio término. Este año será crucial, ya que la dinámica política tiende a imponerse sobre la económica. Una victoria que otorgue mayoría en el Congreso sería una señal contundente para los mercados, indicando que las reformas estructurales necesarias para fortalecer el plan de estabilización implementado en los primeros años de gestión podrían avanzar sin trabas.
Por el contrario, una derrota o la incapacidad de lograr esa mayoría afectaría negativamente la confianza de los mercados y complicaría la gobernabilidad en el tramo final de esta administración.
En este contexto, resulta clave analizar cinco aspectos económicos que no solo pueden garantizar el éxito electoral del gobierno, sino también consolidar su política económica y allanar el camino para una posible reelección en 2027.
El déficit fiscal cero es la primera clave económica que garantizará la victoria del gobierno. Más allá de ser una promesa de campaña de Javier Milei, mantener las cuentas equilibradas asegura la gobernabilidad, permitiendo que el Estado tome decisiones sin someterse a presiones externas ni a intereses sectoriales. Desde 1946, los desequilibrios fiscales han impedido implementar reformas estructurales de largo plazo en Argentina, erosionando la estabilidad política. Financiar el déficit con impuestos, emisión monetaria o deuda externa genera inflación, asfixia al sector privado y somete al país a condiciones de organismos internacionales. Los resultados son claros: gobiernos debilitados y crisis políticas, como la vivida durante la gestión de Alberto Fernández marcada por el aumento del riesgo país, pérdida de reservas y fracturas internas que llevaron a la parálisis de su administración.
La segunda clave está en la reducción de la inflación, un logro central del actual gobierno que asumió al borde de una hiperinflación. Indicadores como la caída en la cantidad de días que las personas retenían pesos —de 21 a 14, acercándose a los niveles críticos previos a la hiperinflación del ‘89— reflejaban el riesgo latente. Hoy, la inflación mensual proyectada está por debajo del 3%, con expectativas de llegar al 1% para el segundo trimestre y converger al 0% en torno a las elecciones de medio término. Este cambio no es casualidad, sino resultado de un plan de estabilización que ha
permitido contener la pérdida del poder adquisitivo y aliviar décadas de corrosión en el bienestar de la población.
La tercera clave es la salida del cepo cambiario, un proceso que avanza gracias a la ausencia de emisión monetaria y a las intervenciones diarias que absorben los pesos excedentes, estabilizando el balance del Banco Central, actualmente con reservas netas positivas por 1.100 millones de dólares. Este enfoque disminuye la presión sobre el tipo de cambio, garantizando que una economía con pesos escasos no
enfrente una demanda insostenible de dólares. Los rumores sobre un posible levantamiento del cepo antes del segundo trimestre, impulsados por el sobrecumplimiento de metas con el FMI y el posible apoyo del presidente estadounidense Donald Trump, fortalecen la confianza en esta estrategia. Una salida ordenada abriría las puertas a la entrada de capitales necesarios para reactivar el crecimiento económico y fomentar la creación de empleo, consolidando así el respaldo político en un año electoral decisivo.
El cuarto factor clave está vinculado con el crecimiento económico, que se proyecta desde dos frentes. A nivel local, se espera una recuperación sólida en sectores clave como la minería, la industria, la construcción y el comercio, complementados por los sectores que se consolidaron en 2024: energía, agroindustria y servicios basados en el conocimiento. Este crecimiento está impulsado por una mayor previsibilidad macroeconómica y las desregulaciones implementadas por Federico Sturzenegger, que han sentado las bases para un sendero de expansión sostenida. Por el lado de las inversiones extranjeras, el país está enviando señales claras a los mercados internacionales: la salida del cepo, las continuas desregulaciones, la simplificación impositiva y la modernización del mercado laboral posicionan a Argentina como un destino atractivo para quienes buscan altos retornos de inversión. Este entorno fomentará un aumento del capital en relación al trabajo, lo que a su vez impulsará los salarios reales.
La evidencia empírica respalda este optimismo: solo eliminando distorsiones y avanzando en la desregulación, el crecimiento de la productividad total de los factores y del PBI per cápita podría incrementarse entre un 30% y un 50% en los próximos años.
No es descabellado proyectar que, con estas políticas, Argentina podría duplicar su PBI per cápita en un plazo relativamente corto, pasando de los actuales aproximadamente 10.000 dólares (PPA) a cerca de 20.000 dólares. Esto posicionaría al país en un nivel comparable al de economías como Uruguay, que ha mantenido una estabilidad macroeconómica destacada en la región; Costa Rica, reconocida por su desarrollo en servicios basados en el conocimiento; o Grecia, que logró superar una crisis profunda mediante reformas estructurales. Este salto permitiría a Argentina dejar atrás la categoría de economías emergentes de ingresos medios bajos y acercarse al grupo de naciones de ingresos medio-altos, marcando un cambio estructural significativo en su trayectoria económica.
El quinto factor es la recuperación de los salarios, que se han visto profundamente erosionados en los últimos seis años, con una caída del 40% y un promedio que no superaba los 400 dólares. Hoy, con las políticas implementadas, el salario promedio en dólares ronda los 1.100 dólares, gracias a la resolución de las distorsiones de precios relativos. Es más, el nivel de vida de un trabajador se ha recuperado en un 17% en lo que va del año, frente a la pérdida del 4% del mismo período del año pasado. Este avance no solo estabiliza los ingresos, sino que mejora significativamente el bienestar de la población, marcando un cambio sustancial respecto a la última década.