Odio histórico: un legado que atraviesa siglos y fronteras
Mi lucha: La cuestión judía
El antijudaísmo, lleno de envidia y justificaciones históricas como la peste negra o las ideas de Marx, ha evolucionado desde la Edad Media hasta el siglo XX, encontrando eco en ideologías de izquierda y derecha, desde el nazismo hasta el peronismo y el fundamentalismo moderno, con el objetivo de erradicar a los judíos.
Para los antijudíos, cualquier acontecimiento es bueno para salir del clóset y festejar el día del orgullo antijudío. El hecho puede ser naif o atroz. No importa. Para ellos siempre es una buena ocasión poder salir del armario y celebrar ese día con máscara o sin máscara.
El odio, basado en la envidia, no es otra cosa que una confesión de inferioridad. Y este odio, ya lo sabemos, viene de larga data. Se vio con claridad en la Edad Antigua, en la Edad Media, y con mucha brutalidad en el siglo XIV, cuando les echaron la culpa a los judíos por la peste negra. Vamos al detalle: en ese entonces Europa tenía 75 millones de personas. Por esta peste quedó reducida a 50 millones. Perdió un tercio de su población.
Las tierras y los labradíos fueron abandonados en masa y los precios agrícolas cayeron en forma estrepitosa. Algo que fue aprovechado por los pobres campesinos que salieron a pedir un aumento de sueldo. ¡Si faltaba gente! El aumento, en la mayoría de los casos, lo consiguieron. Lo que redujo las ganancias de los señores feudales y la burguesía. En esas condiciones, la burguesía no pudo pagar los préstamos que había recibido de prestamistas judíos.
¿Y qué solución encontraron?
Propagar, con ayuda de la Iglesia, el rumor de que los judíos habían provocado la peste contaminado las fuentes públicas con veneno de sapos, lagartos y arañas. En un mundo que desconocía la acción de los microorganismos como causa de las enfermedades, el siniestro plan encontró un terreno fértil: los judíos pasaron a ser el chivo expiatorio y se perpetraron matanzas en masa. Además de desconocerse de manera oficial las deudas a prestamistas judíos.
Por suerte, este mal que los católicos le causaron a la humanidad, les volvió en contra. Miren de qué forma: por la peste negra las personas morían como moscas. ¿Y qué empezó a pasar? La mayoría sintió que Dios los había abandonado y castigado. Y empezaron a dejar de creer en Él. En Él y en su poder. Acá es donde comienza la mentada separación entre Estado y religión, que va a alcanzar su climax en 1789 con la revolución francesa.
¿Y todo esto en definitiva fue gracias a quién?
Fue gracias a las ratas. Ellas trajeron de Oriente la peste negra, una peste tan mortífera que llevaron a los creyentes a creer menos en su Dios porque se sintieron abandonados por Éste. Fue por este roedor que el Papa y los clérigos perdieron poder, y los señores feudales cayeron junto con la Iglesia.
Pero los antijudíos no se darían por vencidos. Seguirían buscando argumentos para justificar el odio y así encontraron en un jesuita converso llamado Karl Marx, las respuestas que necesitaban ahora desde lo filosófico. Marx, el faro de la izquierda actual, en un libro al que bautizó "La cuestión judía”, afirma que el dinero es la raíz de todos los males y que los judíos poseen el dinero. Una lectura que coincide con la demonización del dinero, tan presente en la religión católica, y por supuesto con la demonización del judío, que también canta presente en la cultura católica.
Marx atribuye a los judíos el haber convertido al dinero “en una potencia universal”. Como buen judeófobo sentencia que los judíos son un cuerpo extraño en el seno de las naciones y que contaminan al resto de la humanidad. Afirma sin poner colorado. Bah, poniéndose cada vez más colorado:
“Un judío que tal vez carece de derechos en el más pequeño de los estados alemanes, decide la suerte de Europa”.
“La contradicción existente entre el poder político práctico del judío y sus derechos políticos, es la contradicción entre la política y el poder del dinero. Mientras que la primera predomina idealmente sobre la segunda, en la práctica se convierte en sierva suya”.
Este libro le servirá de inspiración a Adolf Hitler para escribir “Mi lucha” y ejecutar, justificado por la filosofía y también por la ciencia, uno de los genocidios más atroces de la historia de la humanidad.
Por suerte fueron derrotados por la alianza entre EEUU y la URSS. El destino revelará, con horrorosa ironía, que la URSS hará lo mismo que los nazis. Aunque, a decir verdad, era algo que ya venían haciendo. Incentivados por “La cuestión judía”, ni bien nació la URSS, los judíos también ahí fueron perseguidos y asesinados por el Estado soviético.
Por esos caprichos que tiene el azar, el triunfo de Perón en las elecciones del 24 de febrero de 1946, abrió la puerta para la masiva fuga de criminales nazis que escapaban derrotados de Europa. A diferencia del pensamiento científico que huyó a los EEUU, nuestros nazis, como eran simples criminales, tenían la fantasía de que renaciera acá el Tercer Reich. Insistían con la ansiada Cuarta Parte. El paisaje ayudaba: la Patagonia se parecía demasiado a los alpes europeos.
Fue por eso que Perón, que fantaseaba secretamente con lo mismo (ahora él en el papel del gran Líder) a cambio de dinero los recibió con una sonrisa. Sonrisa con la que también recibió a los judíos sobrevivientes, pero para reírseles en la cara. Poco se habla sobre esto pero para que el chiste sea completo, había un monumento a Caperucita Roja que estaba en los bosques de Palermo. Para que el “chiste” sea completo, Perón ordenó sacarlo y trasladarlo a la plaza que quedaba enfrente a la sinagoga de la calle Libertad. Fue un chiste de mal gusto que Perón les hizo a los judíos para decirles que eran actores que, al igual que Caperucita, habían construido una ficción para sobreactuar una tragedia y quedar como las víctimas.
La triste realidad nos cuenta que cuando Perón se pelea con sus ex socios y en 1955 huye, con él no se fue el sentimiento antijudío. Y no se fue porque en el ejército quedaron sus ex socios. Que, antijudíos como el General, dejaron pasar una oportunidad histórica. Destruir definitivamente al peronismo demostrando lo evidente: que el peronismo había sido una sucursal barata del nazismo. Por eso sus ex socios optaron por el camino contrario. Esa punta del ovillo los llevaba a ellos.
Y así fue como, para mantener viva la base filosófica del peronismo, al que Perón defendía como socialismo nacional, que crearon y alimentaron el mito del Plan Andinia, que consistía en sostener con argumentos basado en un libro escrito en 1897 por el teólogo Theodor Herzl, que los judíos querían quedarse con la Patagonia.
La idea era seguir insistiendo con que los judíos eran los enemigos del mundo, y sobre todo del pueblo argentino. Querían quedarse con la Patagonia. Al final, por esos caprichos que vuelve a tener el azar, el germen acá prendió poco y el Cuarto Reich renació, de la mano de los fundamentalistas musulmanes, en Judea. Donde se asentó finalmente el pueblo judío. Algo que se volvió a ver con claridad cuando Palestina atacó a Israel el 7 de octubre de 2023, con el fin de crear un nuevo shoá para borrar a los judíos del mapa. Como no podía ser de otra forma, porque “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, los que tienen como libro sagrado a “La cuestión judía” y los que tienen como libro sagrado a “Mi lucha”, hoy se aliaron con los fundamentalistas musulmanes para ir por lo mismo: el Cuarto Reich.
Porque así como el judaísmo es una cultura que se transmite básicamente por sangre, el antijudaísmo básico se transmite por izquierda y por derecha. Pero la izquierda es ladina y, a diferencia de la derecha, apela al eufemismo: dice que no es antijudía sino antisionista porque sólo odia la existencia del Estado de Israel. Odia al Estado que se creó para evitar que los judíos vuelvan a ser víctimas de un nuevo holocausto, pero no odia a los judíos. Asombroso.
Eso sí, lo que no resulta asombroso es que la izquierda, al igual que Karl Marx, sigue apostando por lo mismo: una sociedad sin clases y, aunque siga apelando al eufemismo, sin judíos. Porque ya se sabe, el capitalismo liberal, sistema filoeconómico al que siguen demonizando, nació gracias al judaísmo y a su nieto pródigo: el protestantismo.