Asesinos históricos
“Mateocho“: El primer asesino múltiple de Argentina
Mateo Banks asesinó a los 6 integrantes de su familia y a dos peones el 18 de abril de 1922
Mateo Banks, “La bestia de de Parrish“ o “Mateocho”, tal como fue apodado en un tango, fue el primer asesino múltiple de quien se tiene registro en los anales de la historia crminal argentina. Masacró en sólo una noche a seis integrantes de su familia y a dos peones de sus campos. ¿Su motivación? El dinero.
Para hablar de Banks primero debe hacerse una breve distinción entre asesino serial y asesino en masa. Los primeros son aquellos que matan a dos o más personas en intervalos separados con un período de “enfriamiento” que puede ser de días, meses u años. En el caso de los asesinos en masa suelen matar a dos o más personas en un solo acto o secuencia de tiempo.
El padre de Mateo era Mathew Banks, un inmigrante irlandés que había llegado a Argentina en 1862 y Mary Anne Keena. Tuvieron 7 hijos: María Ana, Dionisio, Miguel, Mateo, Pedro Catalina y Brígida. Se establecieron primero en Chascomús y luego se trasladaron a la localidad de Azul. Luego de trabajar para otro irlandés Henry McCracken, quedaron como arrendatarios de los campos “La buena suerte” y “El trébol” (una ironía de la vida siendo los lugares donde ocurrirían los asesinatos)
En su juventud Mateo se destacó por ser miembro del Jockey Club, también fue vicecónsul de Gran Bretaña, representante de la marca de autos Studebaker y participaba en varias entidades de beneficencia. Vivió durante un tiempo en la provincia de San Luis luego de un confuso episodio donde su tío resultó muerto de un disparo en el pecho, pero regresó a Azul en 1912. Si bien se casó y tuvo cuatro hijos, poco se sabe de esa faceta de su vida, ya que su familia no viviía en los campos, sino en el centro de Azul, en la calle Necochea.
Al morir sus padres y varios de sus hermanos, los campos quedaron a cargo de Dionisio, María Ana, Miguel y Mateo. Pero este último tenía una seria adicción al juego. Para intentar saldar sus deudas, les vendió parte de su condominio a sus hermanos, pero no fue suficiente, ya que seguía apostando y perdiendo.
Quizás uno de los detonantes para la matanza que realizó Banks fue la estafa que le realizó a Dionisio, al falsificar su firma y venderle a un rematador miles de cabezas de ganado que ya no le pertenecían. Como pronto se realizaría la denuncia policial en su contra, Mateo comenzó a pergeñar su siniestro plan. Compró municiones calibre 12 para su rifle Winchester, pero antes intentó envenenarlos en dos oportunidades. Dado que su plan fracasó, decidió utilizar el arma, y el raid de los homicidios fue vertiginoso y espeluznante.
La tarde del 18 de abril de 1922 Mateo se dirigió a la estancia “La buena suerte” y sin mediar palabra, le disparó su hermano Dionisio un tiro por la espalda pero, no conforme y para asegurarse que estaba muerto, lo dio vuelta y le disparó en la cabeza. No contaba, sin embargo, con que su sobrina Sara (de 11 años) había sido testigo de la terrible escena. La niña comenzó a correr y tropezó. Fue allí que la golpeó con la culata del rifle. La niña yacía inconsciente pero Mateo no dudó y la remató con dos disparos. Luego, sin más, la arrojó entre los pastizales.
Banks regresó a la hacienda y se sentó tranquilamente a esperar, aún debía encargarse de sus otros dos hermanos. Y de uno de los peones, Juan Gaitán, quien volvía del pueblo de Parish de hacer mandados. Nuevamente, sin decir una palabra, le disparó en el pecho y no se molestó en ocultarlo (luego lo usaría de chivo expiatorio en su primera declaración ante la policía aludiendo que había sido Gaitán quien había cometido esos homicidios).
Sin perder el tiempo, se subió a un sulky y se dirigió siete kilómetros hacia su otro campo “El trébol”, donde residían sus hermanos María Ana, de 54 años, y Miguel, de 49.
En el camino se encontró con el peón de “El trébol” Claudio Loiza y le dijo, fingiendo desesperación, que su hermano Dionisio se encontraba muy enfermo y que debían volver. Al llegar, y cuando Loiza estaba abriendo la tranquera, Banks le disparó en la cabeza, ocultó el cuerpo entre la maleza y retomó su camino hacia “El trébol“.
Ya era de noche y sus familiares disponían a cenar. Nadie le ofreció un plato de comida (ya estaban enterados de la estafa que le había hecho a Dionisio).Igualmente, dijo que se sentía mal y que se iría a recostar. Pero en realidad, quiso, nuevamente, envenenarlos con estricnina y aguardó pacientemente. Más tarde, tocó la puerta del cuarto María Ana y, al ver que ésta seguía con vida, repitió la mentira de que Dionisio se encontraba muy mal y que pedía que su hermana fuera a verlo. Ella no lo dudó y emprendieron el camino que separaba ambas haciendas. En medio del camino y en la oscuridad absoluta, Mateo le disparó a su hermana y simplemente la arrojó del sulky. Ya no le importaba ocultar las pruebas.
Llegó a “El trébol” y vio que las luces seguían encendidas. Sólo quedaban cuatro personas que se interponían en su deseo: Miguel, su esposa Julia y sus sobrinas Cecilia y Ana, de 15 y 8 años respectivamente. Mateo adujo que se sentía mal y le pidió a su cuñada si podía prepararle un té. Nuevamente, no hubo palabras, cuando Julia le dio la espalda le disparó a quemarropa. Miguel, al escuchar el estruendo, fue a ver que ocurría y lo recibió con otro disparo. Luego se encargó de sus últimas víctimas, sus pequeñas sobrinas que dormían. Entró violentamente al cuarto y, sin más, también les disparó. Cubrió los cadáveres con sábanas, se hizo un agujero en el zapato, para simular haber sido atacado él también, y se dirigió hacia el destacamento policial denunciando que algo terrible le había ocurrido a su familia: uno de los peones había masacrado a su familia y el otro, Gaitán, a quien culpó de ser su cómplice, había huido, cuando en realidad yacía entre los pastizales. Pero las preguntas del comisario lo abrumaban, era difícil sostener el relato dado que los dos peones se encontraban muertos y él no podía aclarar por qué sólo él había sobrevivido a tal derramamiento de sangre. La historia no cerraba por ningún lado.
Fue condenado a reclusión perpetua luego de dos juicios y acabó cumpliendo su pena en la cárcel de Ushuaia, donde terminó siendo compañero de Cayetano Santos Godino, “El petiso orejudo”.
Recuperó su libertad a finales de 1949 pero, aunque quiso volver a Azul, su nombre estaba manchado para siempre. Se instaló en Buenos Aires bajo el nombre de Eduardo Morgan. Alquiló una pieza en una pensión en Flores.
Murió desnucado al resbalarse con el jabón mientras se duchaba, Una muerte ridícula y más que merecida para Banks.