Crisis y oportunidad
Los aranceles de Trump: una oportunidad histórica para Argentina
Planes conjuntos para potenciar gestiones. El tratado de libre comercio y la posibilidad de generar 500.000 empleos. El pesimismo local vs. el optimismo oficial en un año electoral.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos ha reconfigurado el panorama económico global, especialmente con el anuncio de mayores aranceles a países como México, China y Canadá. Este cambio ha generado incertidumbre en los mercados internacionales, dividiendo opiniones entre quienes creen que estas medidas serán meramente retóricas y aquellos que anticipan un giro proteccionista con efectos concretos en el comercio mundial.
Históricamente, cuando una economía tan relevante como la estadounidense adopta medidas proteccionistas, es probable que otros países sigan el mismo camino. Esto podría derivar en una retracción del comercio internacional, afectando la actividad económica global y desacelerando el crecimiento en los próximos años. En este contexto, Argentina se encuentra en una situación delicada. Desde diciembre de 2023, el gobierno ha implementado reformas estructurales para salir de un estancamiento económico que se arrastraba desde 2011, logrando desacelerar una inflación que había alcanzado niveles críticos cercanos a la hiperinflación.
Como economía emergente, Argentina es especialmente vulnerable a shocks externos. La pregunta clave es si la política fiscal y monetaria austera del gobierno podría amortiguar los efectos de este cambio en la política económica estadounidense o si la debilidad estructural de la economía argentina limitará su capacidad de resistencia. En este sentido, el acercamiento estratégico del presidente Javier Milei con Donald Trump podría jugar a favor de Argentina, proporcionando ventajas en la reconfiguración geopolítica global y, potencialmente, acelerando el crecimiento económico.
Una cuestión de perspectiva: pesimismo local vs. optimismo oficial
La primera, adoptada por la mayoría de los economistas locales, anticipa efectos negativos para economías emergentes como la argentina. En primer lugar, si China vende menos a Estados Unidos debido a los aranceles, su crecimiento se desacelerará. Como China es uno de los principales socios comerciales de Argentina, una menor demanda por parte del gigante asiático afectará las exportaciones argentinas, debilitando su balanza comercial.
En segundo lugar, el proteccionismo también encarecerá los insumos importados. En un mundo altamente globalizado, muchos bienes intermedios o finales dependen de componentes producidos en distintas partes del mundo. Por ejemplo, Argentina importa de EE.UU. tecnología clave para la industria automotriz, como equipamiento de diagnóstico electrónico y sistemas de gestión de motores. Si los costos de estos productos aumentan debido a los aranceles que EE.UU. impone sobre componentes provenientes de China, el precio final de estos bienes en Argentina también subirá, encareciendo la producción y reduciendo la competitividad del sector industrial. Por ejemplo, con un arancel del 25% sobre componentes importados, el precio de un auto en Argentina podría aumentar aproximadamente un 2,25%, afectando directamente tanto a la industria automotriz como al consumidor final.
Un tercer efecto negativo se manifestaría en el mercado cambiario. Medidas proteccionistas podrían mejorar la balanza comercial estadounidense, fortaleciendo el dólar a nivel global. Si el dólar se aprecia, Argentina necesitará más pesos para adquirir la divisa, lo que presionará al mercado cambiario y podría aumentar la brecha entre los dólares financieros y el oficial. En un contexto donde ya ha disminuido la demanda estacional de pesos (tras el período de vacaciones y fiestas), la presión por cobertura podría generar volatilidad, llevando al Banco Central a desprenderse de reservas para contener la situación. Una caída en las reservas podría afectar la confianza del mercado y generar turbulencias en los indicadores económicos.
El gobierno, convencido del plan y el éxito
en el que se apoya el actual gobierno, sugiere que Argentina se encuentra en una situación distinta a episodios anteriores. La desregulación, la reducción impositiva y el enfoque en políticas promercado, sumado a un sesgo de desarrollo productivo tecnológico, podrían actuar como aceleradores económicos y posicionar al país en una senda de crecimiento sostenido. Estas reformas han comenzado a generar un clima de inversión más favorable, lo que podría traducirse en un mayor flujo de capitales y una expansión del sector privado.
La clave está en el impacto positivo de estas medidas sobre la productividad total de los factores. Con una estructura económica más flexible, Argentina podría atraer inversiones en sectores de alto valor agregado como tecnología, energías renovables e industria manufacturera. Además, el programa económico del gobierno garantiza el equilibrio fiscal y una política monetaria restrictiva que, a medida que se asiente, contribuirá a la desaceleración de la inflación. De hecho, en experiencias previas de ajustes exitosos en otras economías emergentes, la combinación de disciplina fiscal y reformas estructurales ha llevado a una recuperación más rápida de la confianza del mercado y a un crecimiento sostenido en el largo plazo.
El hecho de que no se estén emitiendo pesos y que, por el contrario, haya una absorción constante de liquidez, reducirá la presión inflacionaria en el mediano plazo. A medida que la inflación se desacelera y la estabilidad económica se fortalece, es probable que el costo del financiamiento se reduzca, permitiendo a las empresas invertir más en innovación y expansión. Si la confianza en la política monetaria se mantiene, Argentina podría evitar una devaluación abrupta, incluso si en el corto plazo persiste cierta volatilidad.
Es posible mejorar la competitividad sin recurrir a una devaluación, apostando en cambio por la reducción de costos a través de eficiencia productiva, menor carga tributaria y mejoras logísticas. Un claro ejemplo de esto es la industria automotriz. Si se optimiza la estructura de costos mediante incentivos a la inversión, reducción de impuestos y mejoras en infraestructura, se pueden fabricar vehículos a precios competitivos sin necesidad de ajustar el tipo de cambio. Empresas como Toyota han demostrado que, a través de innovaciones en la cadena de suministro y acuerdos de integración regional, es posible reducir costos y mejorar la competitividad sin depender de fluctuaciones monetarias. Esto demuestra que el crecimiento sostenido y la competitividad pueden lograrse con estabilidad macroeconómica y políticas estructurales adecuadas.
Alianza Trumpr Milei: dos para triunfar
El segundo factor por el cual también se está apoyando el actual gobierno es la relación más que fructífera entre Donald Trump y Javier Milei. En caso de que se logre avanzar hacia un tratado de libre comercio entre ambos países, Argentina podría experimentar un impacto positivo significativo en términos de actividad económica. Aunque otros países puedan verse desfavorecidos por medidas proteccionistas globales, Argentina podría posicionarse estratégicamente para aprovechar un acceso preferencial al mercado estadounidense. Esto no solo aumentaría sus exportaciones hacia EE.UU., sino que también permitiría acceder a bienes y tecnologías más baratos, beneficiando a la industria nacional.
Un tratado de libre comercio con EE.UU. podría ser un motor clave para el crecimiento de la economía argentina. Según estudios previos de acuerdos comerciales similares, un tratado de esta magnitud podría aumentar el PIB argentino en al menos un 1,5% anual debido al incremento en las exportaciones y la mayor atracción de inversión extranjera. Sectores como el agroindustrial, el tecnológico y el energético serían los más beneficiados, generando nuevas oportunidades para empresas locales y consolidando la posición del país en el comercio internacional.
Además, un acuerdo de este tipo podría impulsar la generación de empleo. Se estima que, en caso de concretarse, el tratado podría crear entre 300.000 y 500.000 nuevos puestos de trabajo en los primeros cinco años, especialmente en sectores como manufactura, tecnología y logística. Al reducirse las barreras comerciales, las empresas argentinas podrían integrar sus productos en cadenas de valor más amplias, aumentando la competitividad y fortaleciendo la capacidad productiva del país.
Por último, este escenario permitiría a Argentina diversificar su estructura productiva y avanzar hacia una economía basada en la innovación y el desarrollo tecnológico. La colaboración con empresas estadounidenses en áreas como inteligencia artificial, biotecnología y energías renovables potenciaría la modernización de la industria argentina, sentando las bases para un crecimiento sostenible a largo plazo. En este sentido, el acercamiento estratégico entre ambos países no solo es una oportunidad comercial, sino una posibilidad real de transformar estructuralmente la economía argentina hacia un modelo más dinámico y competitivo en el escenario global.
Un desafío lleno de oportunidades.
En conclusión, Argentina enfrenta un panorama desafiante pero lleno de oportunidades. Mientras el proteccionismo global podría afectar negativamente a economías emergentes, el país tiene la posibilidad de posicionarse estratégicamente a través de una política económica consistente y orientada al mercado. La clave radica en consolidar la confianza de los inversores, profundizar las reformas estructurales y aprovechar oportunidades comerciales como un eventual tratado de libre comercio con Estados Unidos.
El fortalecimiento de las instituciones económicas, la estabilidad fiscal y la promoción de sectores estratégicos como la tecnología y la industria manufacturera serán esenciales para mantener el crecimiento sostenido. Un marco de reglas claras y previsibles facilitaría la atracción de capitales y la generación de empleo, impulsando un desarrollo más equilibrado y resiliente.
Si Argentina logra mantener el rumbo de estabilidad macroeconómica y continuar con las reformas necesarias, podría consolidarse como un actor relevante en el escenario internacional, aprovechando su potencial productivo y su capacidad de innovación. En este contexto, el acercamiento con EE.UU. podría ser una ventaja clave, permitiendo al país integrar sus productos en mercados más competitivos y diversificar sus fuentes de crecimiento. La determinación y la coherencia en las políticas económicas serán determinantes para aprovechar esta coyuntura y transformar el desafío en una oportunidad histórica para el desarrollo económico del país.