Economía y ética en la discusión sobre el aborto
La vida es la mejor inversión a futuro

Economista
Más allá de las cuestiones morales, filosóficas y legales, un análisis económico revela el enorme impacto que el aborto tiene sobre el futuro financiero y demográfico de las sociedades.
Es indefectible: la verdad, a la larga, siempre se impone sin importar desde qué ángulos o bajo qué criterios uno la quiera encarar. Por ejemplo, robar está mal. Y voy a llegar a la misma conclusión si lo miro desde el punto de vista legal o si lo hago desde una óptica filosófica, científica, religiosa, etc.
En el debate sobre el aborto, las consideraciones morales, éticas, biológicas y legales suelen dominar la discusión. Todas esas consideraciones nos conducen inequívocamente a concluir que el aborto es algo perverso. Sin embargo, como mi especialidad es la Economía, voy a intentar abordar la temática desde este costado. Debe quedar claro que de ninguna manera creo que es un criterio adecuado para decidir sobre la vida de personas por nacer, indefensos e inocentes. Pero es muy reconfortante ver que, aun en una ciencia tan alejada de esta problemática, las conclusiones en contra del aborto terminan siendo igual de incuestionables. El aborto no solo es un crimen por las razones que ya todos conocemos, sino que constituye una de las decisiones más costosas para la sociedad y nos termina privando del negocio más rentable que existe: la vida.
El envejecimiento demográfico y la crisis de los sistemas de pensiones
Uno de los problemas más acuciantes que enfrentan las economías modernas es el envejecimiento de la población y su impacto en los sistemas de jubilación. En Argentina, la relación entre trabajadores y jubilados ha descendido drásticamente en las últimas décadas. En 1960, había 11,4 trabajadores por cada jubilado; en el 2000, esa cifra se redujo a 6,6, y para 2016 ya era de 5,8. Las proyecciones indican que para 2060 el número caerá a 2,7.
Como es sabido, el ingreso de los jubilados depende de la cantidad de impuestos que se les pueda cobrar a los trabajadores activos. Según los números anteriores, en 1960 era suficiente con cobrarle a cada trabajador un impuesto del 8,8 % de su sueldo para cubrir el salario de un jubilado. Esto es así porque había 11,4 trabajadores por cada jubilado. Por ende, con impuestos del 8,8 % al salario de esos 11,4 trabajadores se generaba un nuevo salario para el jubilado que debían mantener (11,4 × 8,8 % = 1).
Puede verse entonces que este declive tiene consecuencias económicas catastróficas en el largo plazo. Con menos trabajadores sosteniendo a una creciente cantidad de jubilados, las opciones son limitadas: aumentar drásticamente los impuestos a los trabajadores activos o reducir las pensiones a valores inhumanos. Ambas alternativas son inaceptables. Siguiendo con los números anteriores, en 2060 se necesitaría aumentar el impuesto del 8,8 % al 37 % para seguir dándole a nuestros jubilados el mismo ingreso que tenían en 1960 (que ya era bajo). Este aumento es absolutamente inviable por donde se lo mire y, por tanto, la variable de ajuste será indefectiblemente una drástica reducción en las jubilaciones si no hacemos algo distinto.
Algunos se preguntarán: ¿qué tiene que ver el aborto con todo esto? Pues bien, las políticas de control de la natalidad, entre ellas el aborto, han sido una de las causas claves en la crisis de envejecimiento demográfico recientemente descrita. La tasa de fertilidad en Argentina ha disminuido considerablemente: de 3,1 hijos por mujer en 1960 a 2,4 en 2016, con una proyección de 1,9 para 2060. Este número está por debajo del umbral de reemplazo poblacional (2,1 hijos por mujer), lo que significa que la población del país está en franco declive.
Es decir, más abortos implican menos hijos por mujer, lo que genera mayor envejecimiento demográfico y, a su vez, una mayor proporción de jubilados por cada trabajador. Esto disminuye la sustentabilidad económica de nuestro sistema previsional al tiempo que presiona al alza el impuesto al trabajo.
La pérdida económica por cada persona no nacida
Desde una perspectiva estrictamente financiera, la pérdida por cada aborto es monumental. En Argentina, se estima que se realizan alrededor de 400.000 abortos al año. Hay infinidad de dudas y cuestionamientos sobre este dato tan difícil de medir, pero para ser lo más objetivo posible me estoy basando en cifras provenientes principalmente de fuentes abortistas. Por otro lado, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el ingreso promedio por persona es de aproximadamente 5.000 dólares anuales.
Si suponemos, en base a promedios históricos, que Argentina tiene un ahorro medio del 16 %, entonces cada argentino ahorra alrededor de 800 dólares al año. Para los no economistas, aclaro que, en Economía, el ahorro termina siendo exactamente igual a la inversión. Porque lo que uno ahorra tarde o temprano se invierte. Y si no se invierte, se presta a alguien que a su vez lo usa para una inversión, o se deposita en un banco que también lo prestará a algún inversor.
Multiplicando los 800 dólares de ahorro promedio por persona por los 400.000 abortos anuales, la economía estaría perdiendo 320 millones de dólares de ahorro cada año. Lo que, por lo explicado, es lo mismo que perder 320 millones de dólares de inversiones por año. Dado que este cálculo es acumulativo, el impacto económico del aborto desde 1960 equivale a haber perdido aproximadamente 0,7 billones de dólares en inversiones.
La protección del recurso más valioso: el ser humano
En un mundo que ha puesto un fuerte énfasis en la conservación de los recursos naturales y la protección de especies en peligro de extinción, resulta paradójico que la misma preocupación no se extienda al ser humano.
En el mapamundi adjunto podemos ver en tonalidad azul o celeste a los países donde la tasa de fertilidad es inferior a 2 y, por tanto, a diferencia de Argentina, ya están en “vías de extinción”. Uso este aforismo porque es el que se usa a nivel biológico cuando una población de animales tiene más muertes que nacimientos. Los animales en “vías de extinción” escandalizan a todo el planeta, pero parece que cuando el ser vivo en extinción es el hombre, nadie se preocupa.
La humanidad está enfrentando una crisis de sostenibilidad poblacional, pero en lugar de abordar este problema, muchas sociedades promueven políticas que lo agravan.
Según muchos estudios, no solo de índole psicológica, sino también neurocientífica, una de las acciones más gratificantes para el ser humano es dar sin esperar recibir nada a cambio. Si esto es cierto, no creo que haya nada más grande que una persona pueda dar que la vida misma a otro ser humano. Desde cualquier punto de vista, la vida no solo es invaluable, sino también la mejor inversión que una sociedad puede hacer para su futuro.