Solidaridad argentina
La revolución del amor que cambió Miami

Periodista.
Desde hace casi una década, Malena Legarre y Narciso Muñoz recorren las calles con sus hijos y decenas de voluntarios para acompañar a personas sin hogar. Lo que empezó como un gesto familiar se transformó en una red que da techo, dignidad y comunidad a cientos de personas en el sur de Florida.
Un viernes por la noche en Key Biscayne, mientras muchos se preparan para el fin de semana, en la parroquia Saint Agnes sucede algo distinto. Malena Legarre y Narciso Muñoz, un matrimonio argentino junto a varios de sus ocho hijos, forma un círculo de oración con decenas de voluntarios. Minutos después, cargan comida casera en la camioneta y salen a recorrer las calles. Así arranca otra jornada de Hermanos de la Calle, una fundación que nació en familia y se volvió una red de esperanza para los más olvidados de Miami.
“La misión es transformar una vida a la vez. Y en el camino, terminamos transformándonos nosotros”, dice Malena a Newstad, contadora y madre full time, hoy directora de la organización.
Desde 2015, cuando salieron por primera vez a repartir comida hecha en casa, Malena y Narciso no dejaron de caminar junto a quienes viven en la calle. Lo que empezó como una manera de enseñar a sus hijos el valor de la fe vivida fuera del templo, se convirtió en un apostolado comunitario. “Queríamos mostrarles al Jesús que habita en cada persona invisible de esta ciudad”, explica ella.
Un cambio de vida… y de nombre
Uno de los momentos más fuertes que recuerdan ocurrió durante una de esas noches. Narciso se encontró con un hombre en situación de calle que se llamaba igual que él. “Después de meses de acompañarlo, logró confiar; lo convencimos para darnos la mano. Y cuando eso ocurrió, le dijo a Nar: ‘Nunca me gustó mi nombre. No entendía por qué me llamaban así… Hoy le encuentro el sentido, por habernos encontrado y por lo que hiciste por mí’”.
Ese “encontrarse” es el corazón del proyecto. Hermanos de la Calle ofrece comida, ropa, pero sobre todo escucha, vínculos, oportunidades. Hoy cuentan con 22 casas alquiladas, habitaciones de hotel y refugios temporales que brindan techo a unas 200 personas. Y más de 4000 personas ya dejaron la calle gracias al trabajo de la fundación.
Pero el impacto no se mide solo en cifras. “Muchos de los que acogimos fallecieron. Y aunque duele, valoramos haberles dado una muerte digna, bajo techo, rodeados de una comunidad que los quería”, dice Malena. “Eso es lo que más me marcó: ver que no mueren solos, están bien atendidos, acompañados.”
Una comunidad que se multiplica
Hermanos de la Calle reúne cada 2 semanas entre 40 y 50 voluntarios en sus recorridas nocturnas. Algunos beneficiarios terminan sumándose como voluntarios, devolviendo con gestos concretos lo que recibieron. “Creemos que quien recibe ayuda también puede ayudar. Eso dignifica. Esa es nuestra esencia”, explica Narciso.
La comunidad argentina en Miami no es ajena a esta misión. “Muchos argentinos se sumaron. No sé qué piensan exactamente, pero si nos apoyan, será porque sienten que estamos construyendo algo positivo”, reflexiona Malena.
Hoy la fundación tiene un equipo profesional de 23 personas y alianzas estratégicas con organismos públicos. En 2022, fue invitada a integrarse al Miami-Dade Homeless Trust y, en 2024, recibió una subvención de 175.000 dólares de la ciudad de Miami. También empresas privadas como Schroders colaboraron con programas para alojar familias sin techo.
Amor que transforma
La dedicación no estuvo exenta de desafíos. “Los ‘homeless’ son un problema que muchos prefieren no ver. Al principio, algunos temían que estuviéramos trayendo el problema demasiado cerca. Pero nunca fue un verdadero conflicto”, aclara Malena.
Sí hubo tensiones familiares: “Para nuestros hijos menores, significó menos tiempo con nosotros. A veces nos reclamaron. Pero al madurar, comenzaron a valorar lo que hacíamos, y hoy se involucran también. En el balance, pesa más lo positivo”, cuenta con honestidad.
Y agrega: “Es muy transformador ver a 50 personas en ronda, rezando antes de salir. Muchos dejan de ir al cine o a comer afuera para dedicar su noche a los demás. Eso transforma la comunidad”.
Lo que viene
El sueño, ahora, es que este modelo cruce fronteras. “Estamos en contacto con personas interesadas en replicarlo en Argentina. Sería una manera de ayudar también allá”, adelanta Malena con entusiasmo.
Mientras tanto, cada viernes, en alguna calle de Miami, alguien encuentra una comida caliente, una mano extendida, una oración en voz baja. Y una familia argentina demuestra que la revolución del amor sigue su curso, una persona a la vez.