Dilemas judiciales
La llegada del juez Lijo a la Corte navega en un mar de dudas
La elección del controvertido magistrado para ocupar un asiento en la Corte Suprema podría ser la jugada política más hábil del gobierno. O no.
Una de las principales razones de ser del periodismo es la duda. O, mejor dicho, el verbo dudar es uno de los fundamentales ingredientes del plato de un periodista. Es más, de hecho, si lo pensamos bien a partir de esa idea, todos fuimos periodistas de niños, como Mafalda, la inolvidable star de la historieta de Quino. “¿Y por qué?”. Preguntaba ella a sus padres y lectores en la infancia. ¿Quién no preguntó lo mismo a sus padres o tutores al tratar de entender la realidad cuando empezaba a chapucear en el mundo? Eso hace el periodismo para cumplir con su premisa básica de informar. Dudar y preguntar.
Bueno, dicho eso voy al grano: ¿Por qué el nuevo gobierno de Javier Milei eligió a un juez tan cuestionado y controvertido como Ariel Lijo para que en una especie de per saltum pase de la primera instancia del mal afamado edificio tribunalicio de la Avenida Comodoro Py 2002, en el arrabalero barrio porteño de Retiro, al cuarto y último escalón del Poder Judicial, es decir la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en la más tradicional y acomodada zona de Plaza Lavalle, en Talcahuano 550, justamente cuarto piso? La cúspide de la pirámide judicial.
Debo admitir que aún no encontré con certeza alguna la respuesta a ese dilema pese a mis veteranos años en el campo y menester. Pero debo confesar también que mis “indicios serios y concordantes” o “leal saber y entender” o la “sana crítica” —tal las fórmulas que tantas veces los jueces aplican en sus sentencias— me ha llevado a pensar que quizás pueda tratarse de la más hábil y audaz jugada política del gobierno, por fuera, obviamente, de lo económico, su mandato y contrato natural con el electorado.
Digo, dados los últimos movimientos de la política —inclúyase en esto a la propia Justicia y sus fallos y movidas administrativas— daría la impresión de que al gobierno le cae cómodo el actual statu quo de la Corte con tres miembros y su distribución de poder interno. Si no se aprueban los pliegos de los dos candidatos que Milei propuso —Lijo y el más naturalmente afín Manuel García Mansilla— pues será problema de la “casta” que domina el Senado, o de la política tradicional, o de la oposición kirchnerista, dicho en términos más tradicionales. Pasaron las sesiones extraordinarias y nada. ¿Será en ordinarias? ¿O seguirá el limbo hasta el nuevo reparto de fuerzas tras la elección legislativa de este año?
¿Acaso la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner no le atoró al gobierno de su ungido Alberto Fernández la aprobación del pliego de un juez probablemente mejor conceptuado como Daniel Rafecas para ser el jefe de todos los fiscales al frente de la Procuración General de la Nación? Es un cargo tan importante como ser juez de la Corte y está vacante hace siete años. Casi dos mandatos de gobierno. ¿Le preocupará a Milei completar la Corte si “la casta” lleva tanto tiempo sin nombrar procurador?.
Recuerdan los memoriosos de Comodoro Py cuando Lijo se ufanó de Rafecas por sus pesares en el Consejo de la Magistratura por jugarretas de la política y los servicios de inteligencia por sus contactos con un abogado viejo amigo de su familia al inicio del caso Ciccone. Y pensar que fue Lijo quien terminó encarcelando a Amado Boudou unos años después y en el gobierno de Mauricio Macri... Pero fue Rafecas, finalmente apartado del caso por esa maniobra, quien había conseguido al comienzo las pruebas fundamentales necesarias básicas para condenar luego al entonces vicepresidente de Cristina.
¿Acaso no hay un histórico déficit de vacancias en juzgados o tribunales de instancias inferiores que llega hace unos cuantos años al 30% de los puestos? Es el mismo porcentaje que quedó en la Corte cuando en la movida de las propuestas de candidatos al máximo tribunal se decidió jubilar a Juan Carlos Maqueda. Imagino ese como uno de los eventuales razonamientos del cerebro que ideó la jugada, si es que así nació.
¿Y si Milei apela al decreto para poner a uno de los dos candidatos y no a ambos? ¿Sería el elegido Lijo o García Mansilla? ¿Y si todo sigue igual hasta fin de año, cuando nuevos brazos levanten la mano en el Senado tras la elección legislativa? ¿Será igual el panorama tras el “incidente $Libra”? Mafalda pregunta.