Hartazgo social, familia y gender
Colonizaciones ideológicas que destruyen
El Papa plantea regresar a las fuentes para reemprender el camino
Partamos de una comprobación: el hartazgo social es la medida de este tiempo.
El peronismo y el radicalismo, que siempre fueron expresión de las mayorías, en las diversas administraciones posteriores a la última dictadura militar fueron perdiendo representatividad y con el fin de preservar su predominio basaron gran parte de su prédica en la defensa irrestricta de… las minorías.
Eso explica que hoy Javier Milei pueda levantar sus banderas frente a esas minorías y extender su aceptación por parte de la opinión pública fuera del ámbito estrictamente económico, marcando así una nueva agenda en el campo cultural.
Entendemos que marchas como la de este fin de semana no van a generar el desgaste del gobierno, acaso esperado por la oposición. Todo seguirá igual, e incluso puede generar réditos para Milei, que tiene consenso gracias al agotamiento discursivo de sus antecesores.
El Papa Francisco denunció muchas veces lo que define como colonización, intentada –dice- para imponer la llamada ideología de género. A su entender, la teoría del género es el gran enemigo del matrimonio. “Hay una guerra mundial para destruirlo”, dijo en cierta ocasión, y agregó: “hoy existen colonizaciones ideológicas que destruyen, pero no con las armas, sino con las ideas. Por lo tanto, es preciso defenderse”.
Para Bergoglio una cosa es la homosexualidad o transexualidad y otra promover la pérdida de concepciones básicas sobre el ser humano en el marco de nuestra cultura en el Occidente cristiano.
Desarrollar en las escuelas una enseñanza en esa última línea equivale a negar nuestro ser y cambiar la subjetividad de los niños interviniéndola en contra de ellos mismos, so pretexto de una supuesta libertad.
El “pecado contra Dios creador”
El Papa, claro como el agua clara, habla de gender, de la teoría del género, eso que se enseña a los chicos en la escuela: que cada uno puede elegir su propio sexo. Siempre cita una conversación para él inolvidable con el entonces Papa emérito Benedicto XVI, su predecesor, en la que éste señalaba que vivimos “la época del pecado contra Dios creador”.
Es una observación inteligente: Dios creó al hombre y a la mujer, creó al mundo de esta manera, y nosotros estamos haciendo lo contrario. Dios nos dio un mundo sin cultivar para que nosotros lo transformáramos en cultura, y después, desde esta cultura, hacemos cosas que nos devuelven al estado inculto.
Si no existe la dualidad entre hombre y mujer como dato de la realidad, tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación, porque la familia es el lugar natural en que esa relación de reciprocidad entre el hombre y la mujer encuentra su plena actuación. Allí se basan los derechos fundamentales, que siempre deben ser respaldados y garantizados. El primero es el derecho de la familia a ser reconocida como el principal espacio pedagógico primario para la formación del niño. El segundo es el derecho del niño a crecer en una familia con un padre y una madre, para que pueda madurar confrontando la masculinidad y la femineidad: el padre nos enseña qué es un hombre, y la madre qué es una mujer.
En este momento es necesario ayudar a desarrollar un espíritu crítico ante la invasión de propuestas, ante la descontrolada pornografía y la sobrecarga de estímulos que pueden mutilar la sexualidad.
El Papa Francisco lo dice: al anular las diferencias se pretende anular la humanidad.
Alguien tenía que contarlo, porque la vida va.