El adiós a un titán del cine
Gene Hackman: el hombre que nunca actuó, pero se convirtió en leyenda
Con su presencia imponente y su estilo naturalista, Gene Hackman redefinió el papel del tipo duro en Hollywood. Dueño de una carrera que abarcó más de seis décadas, fue un actor sin artificios, capaz de transmitir autoridad con una sola mirada. A los 95 años, falleció junto a su esposa en su hogar de Nuevo México. Su legado, sin embargo, sigue intacto en cada una de sus películas.
Rostro curtido, mirada intensa, una voz firme que no necesitaba elevarse para imponer autoridad. Gene Hackman no era el típico galán de Hollywood, pero su presencia en pantalla era imposible de ignorar. No necesitaba efectos especiales ni discursos grandilocuentes para dominar una escena: lo hacía con un gesto, con una pausa, con esa autenticidad que convertía a cada uno de sus personajes en alguien real.
Fue el tipo duro definitivo del cine, pero también el antihéroe, el villano carismático, el policía obsesivo y el hombre común enfrentado a circunstancias extraordinarias. En cada papel que interpretó había una verdad incómoda, una fisura humana, una intensidad que parecía surgir de su propia historia. No actuaba, vivía a sus personajes.
El pasado 26 de febrero de 2025, Hackman fue encontrado muerto junto a su esposa, Betsy Arakawa, en su hogar de Santa Fe, Nuevo México. Tenía 95 años y hacía dos décadas que había abandonado la actuación, retirándose en silencio, tal como vivió sus últimos años. Su muerte marca el final de una era, pero su legado sigue intacto: un cuerpo de trabajo que definió el cine durante más de seis décadas.
Un talento tardío que conquistó Hollywood
Nacido como Eugene Allen Hackman en 1930 en San Bernardino, California, Hackman tuvo una juventud errante y difícil. Su padre lo abandonó cuando tenía 13 años, y su madre falleció trágicamente en 1962 en un incendio provocado por un cigarrillo. A los 16 años, mintió sobre su edad para unirse al Cuerpo de Marines, donde sirvió durante cuatro años y medio en destinos como China y Hawái.
Tras su paso por el ejército, Hackman intentó abrirse camino en la actuación. Estudió en el Pasadena Playhouse, donde fue considerado "el menos propenso a triunfar" junto a un joven Dustin Hoffman. Sin embargo, no se dejó desanimar. "Si tienes lo que hace falta dentro de ti y lo deseas lo suficiente, puedes lograrlo", dijo en una ocasión.
Tras años de pequeños papeles en televisión y teatro, su gran oportunidad llegó en 1967 con Bonnie and Clyde, donde interpretó a Buck Barrow, papel que le valió su primera nominación al Oscar. A partir de ahí, su carrera despegó y se convirtió en un rostro habitual de Hollywood.
El rey de los "tipos duros" en la gran pantalla
Hackman fue un actor de presencia imponente, capaz de encarnar tanto a policías rudos como a villanos memorables. Su consagración llegó con The French Connection (Contacto en Francia, 1971), donde interpretó al implacable detective Jimmy "Popeye" Doyle. Su actuación le valió el Oscar al Mejor Actor, consolidándolo como una estrella.
La versatilidad de Hackman quedó demostrada en películas como The Conversation (1974), dirigida por Francis Ford Coppola, y Superman (1978), donde interpretó al carismático Lex Luthor, un villano con un toque de humor que se convirtió en un ícono del cine de superhéroes.
En los años 80, protagonizó éxitos como Hoosiers (1986), Mississippi Burning (1988) y Enemy of the State (1998). Pero fue con Unforgiven (Los imperdonables, 1992), de Clint Eastwood, que volvió a alzarse con un Oscar, esta vez como Mejor Actor de Reparto, por su papel del brutal alguacil Little Bill Daggett.
Un retiro discreto y una nueva vocación
Tras 79 películas y una carrera intachable, Hackman decidió retirarse del cine en 2004, tras protagonizar Welcome to Mooseport. "No he anunciado oficialmente mi retiro, pero ya no voy a actuar más", confesó en 2008. La decisión fue motivada en parte por problemas de salud, ya que su cardiólogo le advirtió sobre el estrés de la industria cinematográfica.
Lejos de Hollywood, Hackman encontró una nueva pasión en la escritura. Publicó varias novelas de ficción histórica y suspense, como Payback at Morning Peak y Escape from Andersonville, demostrando que su talento trascendía la actuación.
El hombre detrás de la leyenda
Más allá de su carrera, Hackman fue un hombre de carácter reservado. Estuvo casado por primera vez con Fay Maltese, con quien tuvo tres hijos, pero su matrimonio terminó en 1986. En 1991 se casó con Betsy Arakawa, una pianista clásica, con quien compartió una vida tranquila en Nuevo México, lejos del ruido de Hollywood.
A lo largo de su carrera, Hackman nunca se sintió una estrella. "Me entrenaron para ser actor, no para tratar con la fama", confesó en una de sus últimas entrevistas. También admitió que le costaba verse en la pantalla. "Me siento joven por dentro, pero luego me veo y hay un anciano con barbillas hinchadas y ojos cansados".
Pese a su imagen de hombre rudo, tenía un lado vulnerable. Su único arrepentimiento fue no haber podido interpretar a los héroes románticos de su infancia, como Errol Flynn y James Cagney. "No tenía la apariencia adecuada para esos papeles, pero esa era ya había pasado cuando comencé en el cine", admitió.
Un patrimonio bien administrado
En el momento de su muerte, Hackman tenía un patrimonio neto estimado en 80 millones de dólares. Gran parte de su fortuna provino de su exitosa carrera cinematográfica, pero también de inteligentes inversiones inmobiliarias y sus libros.
Un legado imborrable
Gene Hackman no solo dejó un catálogo de actuaciones memorables, sino que también redefinió el papel del "tipo duro" en el cine.
Antes de él, los tipos duros en Hollywood solían ser personajes imponentes, físicamente intimidantes y con un aire de invulnerabilidad, como John Wayne o Steve McQueen. Hackman, en cambio, interpretó personajes que eran duros no solo por su rudeza o violencia, sino por su inteligencia, determinación y un realismo crudo que hacía que fueran más creíbles y humanos.
Su trabajo influyó en generaciones de actores y directores, desde Clint Eastwood hasta Quentin Tarantino, quien lo consideró "uno de los grandes" del cine moderno.
Su muerte marca el fin de una era, pero su legado sigue vivo en cada una de sus películas. Fue un actor que nunca buscó ser estrella, pero se convirtió en una leyenda.