Aniversario
Firmenich, un responsable que sigue impune
El líder de Montoneros sabía del golpe en 1975. Y en lugar de hacer algo para impedirlo, escaló la violencia lo cual fue caldo de cultivo para que los militares tomaran el poder.
Mario Firmenich fue una figura central en el golpe militar de 1976 en Argentina, no solo como instigador, sino como líder de Montoneros, la organización guerrillera peronista que desempeñó un rol significativo en el contexto de violencia política que precedió y facilitó la intervención militar.
Firmenich era el máximo líder de Montoneros, una agrupación que había surgido a fines de los años 60 con raíces en el nacionalismo católico y el peronismo revolucionario, influenciada por la Revolución cubana y el Che Guevara. Para 1976, tras el retorno de la democracia en 1973 y la muerte de Perón en 1974, estaba en plena confrontación con el gobierno de Isabel Perón y las fuerzas de derecha, como la Triple A.
El rol de Firmenich era estratégico: dirigía las operaciones armadas, definía la línea política y coordinaba a los militantes, muchos de los cuales operaban en la clandestinidad desde 1975.
En los meses previos al golpe, Firmenich sabía que las Fuerzas Armadas planeaban tomar el poder. Así lo admitía en una entrevista publicada en 1977 por L’Espresso: “A fines de octubre de 1975, ya sabíamos que se daría el golpe dentro del año”. Sin embargo, no intentó detenerlo, sino que preparó a su organización para resistir y contraatacar desde la clandestinidad.
Entonces, el rol de Firmenich fue el de un comandante en una guerra interna, enfrentado tanto al gobierno peronista como a los militares, en un contexto donde la violencia escalaba sin control.
Un ejemplo concreto de su liderazgo fue el atentado cometido del 2 de julio de 1976, cuando Montoneros colocó una bomba en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal Argentina —similar a poner un explosivo en el interior del FBI— y mató a 24 personas. Una grave violación a los derechos humanos.
Por eso, la responsabilidad de Firmenich es doble, directa e indirectamente.
Directamente, como líder de Montoneros, porque avaló y fomentó la lucha armada como estrategia, lo que incluyó secuestros extorsivos —como el de los hermanos Juan y Jorge Born en 1974—, muchos de los cuales terminaron en asesinatos —como Pedro Eugenio Aramburu en 1970—.
Indirectamente, su decisión de no intentar frenar el golpe y de escalar la confrontación contribuyó al clima de caos que los militares usaron como excusa para justificar su intervención. En sus propias palabras, “no hicimos nada por impedirlo porque, en suma, también el golpe formaba parte de la lucha interna en el movimiento peronista”. Esto refleja una apuesta táctica: dejar que el golpe ocurriera para luego capitalizarlo en una guerra revolucionaria.
En el contexto de los años 70, claro, esta postura no era extraña. La Guerra Fría había radicalizado a movimientos de izquierda y de derecha en todo el mundo. En América Latina, varios grupos, como Montoneros, veían la lucha armada como el único camino frente a gobiernos que consideraban opresores o títeres del imperialismo.
Sin embargo, esta estrategia tuvo un costo altísimo: miles de militantes fueron asesinados o “desaparecieron” durante la dictadura sin ser aun claras todas las situaciones como tampoco quiénes ni cuántos realmente. Firmenich, desde el exilio posterior, fue acusado por algunos de haber sacrificado a sus propios compañeros mientras él sobrevivía.
En realidad, la finalidad de Firmenich y de Montoneros era transformar radicalmente la estructura de poder en la Argentina. Su objetivo explícito era establecer un “socialismo nacional” inspirado en el Peronismo Revolucionario, donde el pueblo trabajador controlara los medios de producción y el país se liberaba de la dependencia económica extranjera, especialmente de Estados Unidos. En el mundo de 1976, esto resonaba en movimientos como el sandinismo en Nicaragua o el castrismo en Cuba, que desafiaban el orden capitalista respaldado por Washington.
En ese contexto, Firmenich veía el golpe como una oportunidad táctica. Según él, la dictadura expondría las contradicciones del sistema y movilizaría al pueblo contra los militares, lo que permitiría a Montoneros liderar una resistencia que culminará en una revolución.
Claramente, como vemos, sus ideas de ese entonces no constituían solo un tema contra los militares. Hoy el propio Firmenich, que vive en España desde 1996, utiliza los mismos argumentos e impulsa acciones contra el gobierno democrático del presidente Javier Milei.
Terrorista una vez, terrorista siempre
En 1979, desde el exilio, Firmenich impulsó la “contraofensiva” montonera, un intento fallido de retomar la iniciativa que resultó en más bajas y capturas. Su cálculo era que el régimen, al mostrar su rostro más brutal, generaría un rechazo masivo que ellos podrían canalizar. Sin embargo, subestimó la capacidad represiva del gobierno militar y el apoyo inicial que este tuvo en sectores de una sociedad cansada del caos.
En los años 70, el mundo estaba marcado por la Guerra Fría, y Argentina no era una excepción. Estados Unidos, bajo la Doctrina de Seguridad Nacional, apoyaba dictaduras para frenar el avance del comunismo, mientras la Unión Soviética inspiraba a grupos revolucionarios.
En este tablero, Firmenich y Montoneros eran actores locales con una visión global. Creían que su lucha era parte de una revolución mundial contra el imperialismo. Pero el respaldo de Washington a la junta militar, combinado con la desorganización interna del peronismo y la falta de apoyo popular a la guerrilla, condenó su proyecto.
Hoy, el rol de Firmenich se ve con ojos críticos. Para algunos, fue un idealista que enfrentó un sistema injusto; para otros, un responsable clave de la violencia que abrió la puerta a la dictadura. Su objetivo revolucionario chocó con la realidad de un país fracturado y un mundo donde las potencias decidían el destino de las naciones menos poderosas. Su legado sigue siendo objeto de debate, como lo demuestra la reapertura de causas en su contra, que buscan justicia para sus víctimas y las de las organizaciones criminales. Víctimas de aquel conflicto que ni siquiera fueron consideradas como tales a pesar de haber sido secuestradas, torturadas y asesinadas ya sea en enfrentamientos, atentados o luego de largos cautiverios.
Firmenich es uno de los más conocidos, pero no es el único que permanece impune. Muchos estuvieron en el gobierno e incluso aún permanecen, como también los tenemos en el periodismo o en distintas actividades empresariales. Además de ser indemnizados, aun en casos en que no correspondiera por ni siquiera estaban “desaparecidos o muertos”, pero así se los hizo figurar. Del otro lado no corrieron con esa suerte y beneficio. Todo lo contrario.
Esta falta de igualdad, de falta de justicia es uno de los motivos por los cuales la grieta se mantiene y Firmenich sigue en la misma. No colabora con cerrarla o pacificar. Por el contrario, sigue intentando derrocar gobiernos democráticos y llegar al poder por la fuerza.