Inflación y devaluación
El Fin del Crawling Peg: Argentina se Prepara para la Competencia de Monedas
Es fundamental explicar de manera clara qué es el crawling peg, cómo nos afecta y cuáles son las intenciones del gobierno en relación a esta política económica.
En los últimos días, tras conocerse el dato de inflación correspondiente a diciembre, que marcó una variación mensual del 2,7%, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) decidió reducir el ritmo de crawling peg al 1%. Esta decisión generó una oleada de opiniones cruzadas tanto en el ámbito económico como en el político, evidenciando las diferentes posturas dentro del establishment. Ante este panorama, es fundamental explicar de manera clara qué es el crawling peg, cómo nos afecta y cuáles son las intenciones del gobierno en relación a esta política económica.
Primero, debemos entender qué significa el ritmo de crawling peg. Este término hace referencia al proceso de devaluación programada y gradual del tipo de cambio oficial. En diciembre de 2023, cuando asumió el gobierno de Javier Milei, se implementó una devaluación significativa del peso argentino. Sin embargo, dicha medida no implicó la unificación del tipo de cambio. En términos simples, aunque el tipo de cambio oficial había sido ajustado, este continuaba rezagado frente a las necesidades del mercado. La razón detrás de esta decisión fue evitar un impacto excesivo sobre el poder adquisitivo de los asalariados, especialmente en un contexto donde se estaba aplicando una política monetaria y fiscal altamente contractiva que ya de por sí generaba tensiones económicas y sociales.
El gobierno estableció que la devaluación del tipo de cambio oficial se realizaría de manera mensual, siguiendo un ritmo definido. Esta estrategia buscaba alinear las expectativas inflacionarias con un techo previsible. En otras palabras, a través de la tasa de interés y el crawling peg, se intentó enviar señales claras a los mercados sobre la trayectoria esperada de la inflación. La lógica detrás de esta política es que, a medida que la inflación comenzara a desacelerarse, tanto la tasa de interés como el ritmo de devaluación mensual podrían ser ajustados gradualmente a la baja.
En diciembre de 2023, se fijó un ritmo de devaluación mensual del 2%, alineado con las proyecciones de inflación en ese momento. La meta era que, al converger la inflación hacia ese nivel, se pudiera continuar con el ajuste gradual del crawling peg. Este enfoque era clave para establecer un horizonte inflacionario que brindara certidumbre a los mercados, reforzando la idea de una reducción sostenida de la inflación.
Cuando se conoció el dato de inflación de diciembre de 2023, un mes típicamente desafiante debido a factores estacionales como las fiestas y las vacaciones, se observó que la inflación mensual se ubicó por debajo del 3%. Este dato, aunque moderado, fue interpretado como una señal positiva por parte del gobierno. En respuesta, se decidió reducir el ritmo de crawling peg al 1%, consolidando la percepción de que la inflación continuaría bajando de manera sostenida. En términos simples, esta decisión buscó transmitir a los mercados que la inflación mensual podría alcanzar el 1% en el corto plazo.
Es importante destacar que el crawling peg no es una política permanente. Su reducción progresiva hasta su eventual eliminación depende de que la inflación mensual se estabilice en niveles inferiores al 2%. Una vez que se logre este objetivo, el gobierno podría abandonar este esquema, dando paso a un régimen cambiario más estable y predecible.
En el debate económico reciente, varios analistas han señalado que la política cambiaria actual tiene antecedentes en la historia económica de Argentina, incluso refiriéndose a la gestión de Sergio Massa. Sin embargo, es incorrecto afirmar que se trata del mismo enfoque. Existen diferencias fundamentales entre los tipos de estrategias de devaluación mensual que se pueden implementar, y estas tienen un impacto directo en las expectativas inflacionarias y en la dinámica económica general.
Básicamente, hay dos maneras de establecer un ritmo de devaluación mensual. Por un lado, se puede optar por seguir detrás de la inflación, y por otro, por adelantarse a ella. En el primer caso, la devaluación funciona como un piso que refuerza la inflación, mientras que, en el segundo, actúa como un techo que busca limitar su alcance. La diferencia clave entre ambos enfoques radica en el tipo de política monetaria que los acompaña, lo que a su vez determina el efecto que tienen sobre la economía.
Cuando el ritmo de devaluación sigue detrás de la inflación, se suele acompañar de una política monetaria expansiva. Esto implica una inyección constante de liquidez en la economía, lo que genera presiones inflacionarias adicionales. Al haber más pesos en circulación, la demanda de bienes y servicios aumenta, pero al mismo tiempo, el tipo de cambio oficial, que no deja de ser un precio más en la economía, necesita ser ajustado de manera constante para reflejar esta realidad. Este enfoque perpetúa un círculo vicioso: más inflación lleva a más devaluación, y esta, a su vez, alimenta aún más la inflación.
En cambio, cuando el ritmo de devaluación se utiliza para adelantarse a la inflación, es decir, como un techo que guía las expectativas hacia niveles más bajos, el enfoque suele estar respaldado por una política monetaria contractiva. En este caso, el Banco Central retira pesos del mercado de manera constante, restringiendo la liquidez disponible. Esto no solo reduce las presiones inflacionarias, sino que también establece un horizonte más predecible para la economía. Al limitar la cantidad de dinero en circulación, la devaluación mensual se convierte en un instrumento para anclar expectativas, mostrando hacia dónde se busca que converja la inflación en los próximos meses.
Esta diferencia es crucial para entender lo que se está haciendo en la Argentina bajo la gestión actual. A lo largo de la historia, se han implementado mayoritariamente políticas que siguen el primer enfoque, en las cuales el ritmo de devaluación iba siempre detrás de la inflación, reforzándola y generando un círculo de retroalimentación negativa. En contraste, el gobierno actual ha optado por el segundo enfoque, donde el ritmo de devaluación busca establecer un techo para la inflación, acompañado de una política monetaria restrictiva que refuerza esta dirección.
La lógica detrás de esta política no solo radica en contener la inflación, sino también en cambiar las expectativas del mercado. En un contexto de alta inflación, las decisiones económicas de los individuos y las empresas tienden a basarse en la percepción de que los precios continuarán subiendo indefinidamente. Al implementar una política monetaria y cambiaria coherente que actúe de forma preventiva, se busca romper este patrón y llevar la inflación hacia niveles más manejables.
Una vez que la inflación mensual logre estabilizarse por debajo del 1%, se eliminará el ritmo de crawling peg, marcando el fin de las devaluaciones programadas. Este sería un paso crucial hacia una nueva etapa en la gestión económica del país, que implicará una transformación significativa del sistema monetario: la introducción de la libre competencia de monedas. Este modelo, que ha sido debatido extensamente por economistas y defensores de políticas pro-mercado, representa un cambio radical en la manera en que los argentinos interactuarán con el dinero y las transacciones diarias.
La libre competencia de monedas implica que ya no habrá una regulación directa por parte de la autoridad monetaria en la elección de la moneda utilizada en las transacciones económicas. En otras palabras, el Banco Central dejaría de intervenir en la fijación de un tipo de cambio oficial o en la oferta de pesos como moneda única de curso legal. En su lugar, diferentes monedas, como el dólar estadounidense, el euro, el real brasileño u otras, podrían circular libremente junto al peso argentino. Los ciudadanos y las empresas tendrían total libertad para decidir qué moneda prefieren utilizar para ahorrar, invertir y realizar transacciones diarias.
El concepto detrás de esta política se basa en la idea de que las monedas, al igual que los bienes y servicios, deberían competir en un mercado abierto. La lógica es simple: si a las personas se les permite elegir entre varias monedas, seleccionarán aquella que consideren más estable y confiable. Esto generaría incentivos para que las monedas en circulación mantengan su valor y su poder adquisitivo, ya que una moneda débil o inflacionaria sería rápidamente descartada por los usuarios en favor de alternativas más sólidas.
La implementación de la libre competencia de monedas tras la eliminación del crawling peg tiene una razón de ser. El crawling peg cumple actualmente la función de guiar las expectativas inflacionarias y de estabilizar el mercado cambiario. Sin embargo, este sistema es transitorio, diseñado para gestionar la transición hacia un entorno monetario más estable. Una vez que la inflación se haya reducido a niveles manejables —por debajo del 1% mensual—, la economía estará preparada para dar este salto cualitativo. En ese momento, la necesidad de un tipo de cambio regulado se reduce, ya que la estabilidad monetaria estará en gran medida asegurada.
Competencia de modenas en Argentina
Adicionalmente, el contexto de competencia de monedas ofrece ventajas importantes para la economía argentina. En primer lugar, elimina la dependencia exclusiva de una moneda nacional que históricamente ha sido vulnerable a los ciclos de inestabilidad económica y política. En segundo lugar, fomenta la disciplina fiscal y monetaria, ya que el gobierno no puede financiarse imprimiendo dinero sin el riesgo de que la población abandone el uso del peso por completo. Finalmente, este sistema puede atraer mayor inversión extranjera, ya que elimina las incertidumbres relacionadas con el riesgo cambiario.
Por supuesto, la implementación de la libre competencia de monedas no está exenta de desafíos. Uno de los principales será garantizar una transición ordenada hacia este sistema, evitando desequilibrios financieros o incertidumbre excesiva. Además, será necesario desarrollar un marco legal e institucional que permita a las monedas extranjeras operar en igualdad de condiciones con el peso argentino, lo que incluirá la revisión de leyes relacionadas con impuestos, contratos y salarios.
En conclusión, Javier Milei está avanzando en el cumplimiento de una de las principales promesas de su campaña: la implementación de la libre competencia de monedas. Este cambio fundamental busca empoderar a cada argentino para que pueda elegir libremente la moneda que prefiera utilizar en sus transacciones diarias, sin la imposición de un curso legal único. Aunque aún estamos atravesando un periodo de transición, los pasos dados hasta ahora reflejan un camino hacia reformas estructurales profundas y de largo plazo, destinadas a transformar la economía argentina en un sistema más estable, moderno y abierto a las dinámicas del mercado global.