Anti-perdonismo (no tienen perdón)
El Estado delincuente y las consecuencias en un país rico (y arrasado)

Escritor.
El PJ y su rol perdonador y garantista frente al delito. La emisión monetaria como protagonista y la justicia como garante de impunidad frente a la inseguridad y la violencia.
Ya sabemos que la emisión monetaria es una creación peronista para saquearnos.
Ahora también sabemos que la inseguridad es una creación peronista para seguir saqueándonos.
El Estado presente es una ficción que se creó para tapar lo único que existe: el impuesto presente. El impuesto presente a cambio de nada.
Pagamos por seguridad y justicia, y somos saqueados por marginales organizados que gozan de protección policial y de beneficios jurídicos. Beneficios que vienen con dolo eventual. Porque fueron creados y potenciados por los juristas garantistas que se apropiaron de la Justicia, para darle al peronismo desde el Poder Judicial una filosofía de muerte.
Basta escuchar todo el tiempo el testimonio de las víctimas de la inseguridad. Luego de haber sido saqueadas y/o asesinadas, suelen ver cómo el asesino por ser menor, o cómo el ladrón porque lo que hizo no es tan grave, quedan liberados frente a sus narices antes de que las víctimas terminen de hacer la denuncia por el horror que padecieron.
Las pruebas son elocuentes. La Justicia deliberadamente juega para el mal. Porque sabiendo que el perverso goza haciendo daño, y que va a volver a hacer daño, lo libera para que siga haciendo más daño. Esto viene a contarnos de un modo cruel lo que cada vez es más claro: dejan desprotegidas a las víctimas para que el perverso las siga saqueando. No busquemos otras explicaciones.
Porque de hecho los jueces podrían parar la pelota. Pero los jueces prefieren seguir bombeando a la víctima para cobrarle siempre un penal en contra; un derecho penal en contra.
Bueno, veamos lo único bueno que tiene todo esto: al menos lo que ocurre frente a nuestras narices tira abajo el mito de que los argentinos somos individualistas. Está visto que jueces, políticos y bandidos, si se lo proponen, pueden y saben trabajar en equipo.
Ya se sabe que el goce es lo que le da sentido a nuestras vidas y dentro de ese abanico infinito de posibilidades, ya lo dijimos, hay seres humanos que experimentan placer haciendo daño. Para defendernos de ellos e identificarlos con claridad, la psicología creó un término: perverso. Que da cierto sosiego porque al menos pudimos ponerle nombre al horror. El perverso es alguien que goza haciendo daño y su combustible es el sufrimiento de la víctima. El perverso, cuando hace daño, le encuentra sentido de la vida. Por eso, por más que le pongamos trabas para que no haga daño, el perverso se las ingeniará para seguir haciendo el mal. ¿Por qué? Porque contra el goce no se puede ir.
Para hacer posible la vida en sociedad inventamos un Código Penal que vino inicialmente a traernos soluciones. Porque el origen de la perversidad no tiene explicación. Pero gracias a la Ley sí le encontramos solución: el encierro. Al perverso hay que encerrarlo para evitar que siga haciendo daño.
El Código Penal, es cierto, siempre llega después del hecho, pero al menos vino para poner orden y castigar con dureza, para que ese perverso no vuelva a actuar. Eso no va a evitar que otros perversos salgan a hacer daño. Es ingenuo creer en algo así y es más, el Código Penal no tiene esto como objetivo mayor. Pero para el Código Penal lo importante es que quien hizo daño pague por el daño que hizo. Y si es un gran daño que pague de por vida por ese daño irreparable. Lo que viene a demoler el absurdo planteo garantista que sostiene que no tiene sentido endurecer las penas porque eso no hace que los delitos disminuyan.
No importa si los delitos bajan o suben con la pena establecida. El castigo no se propone semejante imposible. El castigo no viene a terminar con la perversidad en un sentido general sino en un sentido particular. La idea es que el perverso, luego del acto cruel, pague por el daño que hizo. Fin.
Otro mito que los garantistas instalaron es que los niños y los adolescentes no son conscientes cuando hacen algo malo.
La realidad también los desmiente una vez más. El acto perverso, y la consciencia del mismo, se manifiesta también en esas edades y ya lo vemos en los chicos. Basta observarlos. Los mismos chicos, en el momento en que van a mandarse una macana, fíjense que lo hacen a escondidas. Y lo hacen a escondidas porque saben que lo que están haciendo está mal. Eso prueba la plena consciencia del acto.
Lo curioso es que esos mismos garantistas cuando hablan, por ejemplo, de Maradona, su origen humilde y de lo genio que era jugando al fútbol a los diez años, afirman sin advertir la contradicción, que el Diego siempre supo que quería jugar al fútbol.
Lo mismo dicen de Mozart respecto a la música, o de Borges respecto a la literatura. Wolfgang siempre supo que quería ser músico. Borges siempre supo que quería ser escritor.
Evidentemente para ellos, si sos menor y hacés el bien, tenés consciencia del acto.Pero si sos menor y hacés el mal, ya no. Dejás de tener consciencia y sos inimputable.
Asombroso. Además de la doble vara moral, inventaron la doble consciencia.
Otro de los mitos que instaló el garantismo es que la pobreza lleva sí o sí a delinquir.
Vamos a los hechos que es lo único verdadero: si fuera así, la vida en la Argentina sería imposible. El peronismo dejó, en el 2023, 7 chicos pobres de cada 10.
Si ese 70 % hubiese salido a cometer delitos, fruto de la condición social en la que se encuentran inmersos, el 30 % que estaba en una posición cómoda hoy estaría bajo tierra.
De hecho es ínfimo el porcentaje de pobres que salen a delinquir. Y quienes más padecen la inseguridad son los pobres.
Y esto viene a revelar de un modo claro, una vez más, que la perversidad no tiene que ver con la clase social, la edad, la religión y/o el género. Tiene que ver con el goce, cuyo origen es misterioso y es lo que misteriosamente no podemos dejar de hacer.
Por eso hay perversos en la clase alta, media y baja, en la religión judía, protestante, católica y musulmana, en todas las edades, y en el género masculino y femenino, aunque la mano dura del garantismo, con esta figura penal nueva llamada femicidio, insista perversamente con lo contrario.
Incluso si profundizando en el mito garantista de que la pobreza te lleva a delinquir, observando a nuestra oligarquía política, el porcentaje de gente que comete ilícitos en este grupo encumbrado, es muchísimo mayor que el que se da en la clase baja. Con lo cual, incluso es hasta más procedente pensar que no es la pobreza lo que te lleva a delinquir, es la riqueza.
Pero aunque esto sea estadísticamente cierto tampoco demuestra nada. Sí demuestra que la riqueza no conduce hacia el castigo. Conduce a la impunidad. Algo que venimos viendo también con mucha claridad desde 1983. Porque observamos como desde entonces miles de políticos fueron imputados por hechos de corrupción y ninguno terminó preso en una cárcel común. Y tampoco ninguno devolvió todo lo robado.
Casi todos fueron sobreseídos y los poquísimos (me entran en los dedos de la mano) que terminaron en cárceles VIP o en prisiones domiciliarias, con magnífica ironía usaron parte del botín para pagarle al juez y así obtener privilegios. Porque con la guita robada se pagaron la corta estadía en el hotel.
Qué locura. Al final cuando alguien denuncia a un político por corrupción, lo que consigue sin proponérselo es enriquecer al juez, que recibe parte del botín a cambio de cajonear, sobreseer o dar arresto domiciliario al político imputado por corrupción.
Que yo recuerde debe ser este el único lugar donde se da la redistribución equitativa de la riqueza, con la que tanto fantasea el peronismo. Al final la redistribución de la riqueza malhabida sólo sucede cuando se la reparten entre jueces y políticos.
Y esto tiene que ver con que en los últimos 42 años el peronismo gobernó 30, más los 6 de Alfonsín.
Sí, el Poder Judicial fue partícipe necesario para que la corrupción suceda.
El Poder Judicial en Argentina sigue siendo PJ.