Historia sin relatos
Del populismo a la cultura woke: los fascistas siempre fueron ellos
Los orígenes de la doctrina peronista y el culto a la personalidad. La fusión del estado con el sector privado y las consecuencias en la economía y el periodismo. La cultura woke, el nuevo autoritarismo.
Los fascistas siempre fueron ellos
El 1 de febrero fuimos testigos de una marcha contra el presidente Javier Milei, autodenominada "antifascista" y protagonizada por sectores afines al peronismo. Sin embargo, esta manifestación resulta paradójica si consideramos que este movimiento hunde sus raíces en el fascismo, mientras que el liberalismo, base ideológica del actual gobierno, se encuentra en las antípodas de dicha doctrina.
Para entender esta contradicción, es necesario analizar los elementos del peronismo que lo vinculan con los regímenes totalitarios del siglo XX, en particular con el fascismo italiano y, en menor medida, con el nacionalsocialismo alemán.
Uno de los rasgos más evidentes del fascismo es el culto a la personalidad, y el justicialismo no fue la excepción. Juan Domingo Perón se presentó como el único líder capaz de garantizar el bienestar del pueblo, utilizando recursos estatales para construir una imagen mesiánica. Consignas como "Perón cumple", "Perón es el pueblo" o "La vida por Perón" reflejan la idea de que su liderazgo era providencial e incuestionable, algo que recuerda a la exaltación de Mussolini en Italia y de Hitler en Alemania.
La propaganda oficial promovió esta imagen con discursos, afiches y materiales escolares. En los libros de texto de la época, frases como "Gracias a Perón tenemos felicidad" inculcaban en los niños la idea de que sus derechos y beneficios dependían exclusivamente del líder. Este tipo de adoctrinamiento estatal es una característica central de los regímenes totalitarios.
El culto a la personalidad no solo se limitó a Perón, sino que también se extendió a "Evita". Denominada "la abanderada de los humildes" y presentada como la protectora de los pobres fue convertida en un ícono casi religioso, llegó a hablarse de ella como “el hada blanca” o “Santa Evita”. Tras su muerte en 1952, su figura fue sacralizada hasta el punto de proyectarse un mausoleo monumental en su honor, siguiendo una lógica similar a la de los líderes dictatoriales.
Otro rasgo fundamental del fascismo fue el corporativismo, sistema en el que el Estado integra a los sindicatos y sectores empresariales bajo su control para evitar la lucha de clases. Perón aplicó este modelo al subordinar la Confederación General del Trabajo (CGT) al justicialismo, vínculo que aún sigue vigente. La CGT recibió respaldo y financiamiento estatal, pero perdió por completo su independencia. Además, se exigió que todos los sindicatos se afiliaran a ella, suprimiendo a aquellos que se oponían al régimen.
Nada cambió. El estado, en la propaganda oficial de los colegios en sectores vulnerables.
El control del movimiento obrero garantizó la lealtad de los trabajadores al gobierno y eliminó cualquier disidencia dentro de la estructura sindical, un mecanismo empleado también en la Italia fascista y la Alemania nazi.
El peronismo también utilizó la censura y la persecución de disidentes como herramientas políticas. Durante su gobierno, Perón monopolizó los medios de comunicación y restringió la libertad de prensa. Periódicos opositores fueron clausurados, y periodistas críticos sufrieron represalias. Un caso emblemático fue la clausura del diario "La Prensa" en 1951, cuyo control pasó a manos de la CGT.
Además, se persiguió activamente a los contrincantes políticos. Durante el primer peronismo, dirigentes de la Unión Cívica Radical, socialistas y comunistas fueron encarcelados o forzados al exilio. También se utilizaron grupos de choque, como la Alianza Libertadora Nacionalista, para hostigar a los adversarios del gobierno.
Siguiendo el modelo fascista, Perón implementó una fuerte intervención del Estado en la economía. Su gobierno promovió la nacionalización de sectores estratégicos como los ferrocarriles, el gas y la electricidad, limitando la iniciativa privada. Se expropiaron fábricas y se aplicaron políticas proteccionistas que dificultaron la competencia y la innovación.
Desde chicos. La propaganda peronista, desde los inicios de la escritura.
Este control económico no solo restringió el libre mercado, sino que también sirvió como herramienta política para disciplinar a empresarios y trabajadores, consolidando el poder del gobierno sobre la economía nacional.
Una de las características más preocupantes fue la fusión entre el Estado y el partido. En la práctica, el Partido Justicialista se convirtió en el único autorizado para ejercer el poder, y cualquier forma de oposición fue desalentada o directamente reprimida. La idea de que "sólo el peronismo sabe gobernar" se instaló en el discurso oficial y sigue vigente hasta hoy en sectores afines al movimiento.
Sin dejar del todo este pasado turbio, el peronismo ha sabido reinventarse para adaptarse a los tiempos. En la actualidad, una de sus banderas es la del movimiento woke, desde donde reivindican un falso progresismo que, lejos de promover el debate, descalifica y censura cualquier postura disidente. Así, erigidos en jueces morales, desprecian las tradiciones y respaldan sin reparos la controvertida Agenda 2030, apropiándose de causas globales que, paradójicamente, chocan con su propia historia.
El intento de presentarse como defensores de la democracia resulta, en este contexto, una ironía insalvable. Como ha quedado demostrado, sus raíces y prácticas han estado siempre más alineadas con el control estatal, el culto a la personalidad y la represión de opositores que con los valores republicanos. La marcha del 1 de febrero no es más que una nueva muestra de esta contradicción: sectores que históricamente han coqueteado con formas autoritarias se arrogan la bandera del antifascismo, cuando en realidad su propio legado guarda similitudes innegables con los regímenes totalitarios del siglo XX.