No pudieron
ASPAS MULTICOLOR
El cambio de paradigma llegó para quedarse y es imposible que regresemos a su Medioevo multicolor. Al menos en Argentina.
Quisieron estatizar la propiedad privada. No pudieron. Fueron por la estatización de los géneros. Y por suerte tampoco están pudiendo.
Tienen la fantasía inconsciente de que la estatización de los cuerpos habilitará en un futuro la estatización de la propiedad. Pero tampoco esta les saldrá. Al menos acá.
No van poder quitarnos la posibilidad de vivir nuestra sexualidad por fuera del Estado, para imponernos la mirada estatal. Que vino a establecer categorías y recompensas para quienes se someten, y persecución y castigo para quienes no.
Por eso, así como me rebelé cuando quisieron terminar con el mayor baluarte que nos dio el liberalismo y que hace que el ser sea (la propiedad privada), ahora me sigo rebelando contra este control de los cuerpos que estos últimos años se propuso el Estado, estableciendo coloridas categorías que esconden oscuridades.
Me entusiasma el liberalismo. Porque creo sobre todo en el individuo. No necesito del Estado para autopercibirme como yo quiera.
Al contrario, detesto cuando el Estado viene a imponer categorías de géneros, cuyo fin, ya se sabe, es clasificar y controlar.
Sólo al Estado le acepto, y es porque hace que la pasemos mejor, la distinción biológica entre XX y XY. En el caso de un delito, por ejemplo, el Estado no puede aceptar la autopercepción por encima de lo cromosómico. Si un XY comete un delito no se lo puede encerrar con XX. Más si el delito que cometió el XY, que ahora dice autopercibirse XX, fue violar XX. El Estado no puede encerrarlo en un zoológico para que siga cazando porque se convierte en copartícipe necesario para que el delito siga sucediendo. Así como el Estado tampoco puede permitir que un XY suba a un ring a pelear con quien tiene la derrota garantizada, porque se convierte en copartícipe necesario para que el triunfo del XY, siempre el más fuerte, suceda.
De hecho, para mí, ese es el dato que debería venir en el DNI. Femenino, masculino, etc, son datos que para el Estado no deberían tener relevancia. Lo otro sí porque no se elige, viene con nosotros y es crucial en lo deportivo y en el castigo frente al delito.
Nota: incluyo dentro de los XY la variación cromosómica XXY, que rara vez sucede y siempre viene con un pene que no es decorativo.
Pero en lo que respecta a lo otro, ¡¿qué es eso de permitirle al Estado, el más poderoso de los poderes, que venga a etiquetarme con el fin de limitarme?!
El Estado no tiene derecho a meterse con mi género. Como yo tampoco tengo derecho de pedirle al Estado, que somos todos, a que me vea como yo me veo. Sencillamente porque yo no puedo exigirle a los demás que me vean como me autopercibo. Eso es lisa y llanamente fascismo. Imponer por la fuerza a los demás una mirada que no tienen sobre mí será siempre autoritario. Y un signo de debilidad. Si necesito ordenarle al otro que me vea como yo me veo, revela una inseguridad muy grande respecto a lo que digo ser.
Por eso es importante el derecho irrestricto del proyecto de vida del prójimo. Ellos tienen derecho a verme como quieran, y yo tengo derecho a ver a los demás como quiero. El único limite que existe, nos lo pone de manera igualitaria el derecho penal. Cuando alguien pasa el límite ahí sí debe aparecer el Estado. Que, para conveniencia de todos, debe sí o sí actuar castigando a quien viola la ley.
Pero mientras eso no suceda el Estado debe estar lo menos posible en nuestras vidas.
Es asombroso que, después de las atroces experiencias totalitarias por las que la humanidad ha pasado, haya personas que vean con buenos ojos la estatización de los géneros. Pero bueno, detrás de esos ojos está la búsqueda de una vida confortable que los paraestatales del género colorido no se quieren perder, y que saben muy bien dónde está: en el Estado. No en el sector privado, que tiene arenas movedizas.
Argumentan, para no desembarcar en este sector, que en el sector privado hay discriminación. Pero que yo sepa, nada le impide a una trans ir al ARCA y armar una pyme, o anotarse para vender sus servicios de manera autónoma. Son las mismas condiciones para ella que para todos.
Es cierto que cuando desembarcás en el sector privado, inmediatamente viene el Estado a esclavizarte con infinitos impuestos, y así poner en práctica el absurdo ritual de hacerte trabajar entre 7 y 8 meses para Él, a cambio de casi nada, lo que lo hace más absurdo todavía. Todo sea para que los paraestatales coloridos, entre tanta tropa militante, puedan cobrar su sueldo a cambio de dar lecciones de moral. Debe ser por eso que no hubo un solo caso donde la AFIP o el ARCA haya rechazado a una trans prohibiéndole armar su empresa o que trabaje por su cuenta. En eso el Estado, el mayor explotador y esclavista de esta era, es vivísimo. Y lo tiene clarísimo: a más esclavos mejor para el Estado.
Y es por eso que los paraestatales coloridos salen a la calle. Cosas que no se dijeron, cosas que editadas sí; eso no es lo importante. Cualquier excusa los deja bien para intentar un nuevo golpe de Estado. Esta vez el club del helicóptero viene con aspas multicolores.
Porque otra vez lo intentarán, aunque lo nieguen como siempre. Necesitan volver a poner en el poder a la vieja monarquía porque necesitan, con desesperación de nosotros, los que generamos riqueza. Para poder seguir explotándonos y así, de esa forma, ellos poder seguir viviendo como cortesanos.
Sí, se trata de eso, una vez más. Personas que se autoperciben por encima de la Constitución quieren seguir siendo mantenidas por el sector privado, al que pretenden seguir explotando con impuestos asfixiantes, para que la vieja sangre azul pase a ser sangre colorida.
Pero hay una buena noticia: no pasarán. Ya estamos avivados. Y lo saben. Por eso están desesperados. Saben que el cambio de paradigma llegó para quedarse y es imposible que regresemos a su Medioevo multicolor. Al menos en Argentina.