Clima de protesta
Algo elemental: los de azul son los buenos
Los miembros de las fuerzas de seguridad actúan en la legalidad y si cometen errores son sancionados. Los que provocan la violencia representan todo lo contrario.
Tener que explicar cosas elementales parece algo ridículo, pero hay que hacerlo para terminar con debates tontos que solo llevan a confusión y al mal funcionamiento del normal desarrollo de la vida social. Sin embargo, algunos siguen sin entender que “los de azul” son empleados públicos, trabajan para el Estado, o sea, son nuestros empleados con funciones tan importantes como mantener nuestra seguridad y el orden constitucional.
Por lo tanto, tienen un legajo que los identifica perfectamente, porque su identidad y sus datos personales completos figuran en los registros oficiales. Con lo cual ante cualquier infracción o delito que cometan son fácilmente identificados y sancionados. El castigo será aún mayor que el de cualquier otro ciudadano, ya que a ellos se le suman cargos por violar sus deberes de funcionario, que es una agravante.
Esto hace una gran diferencia entre quienes se arrogan el derecho de querer imponer por la fuerza “su propio orden y voluntad”. Porque lo hacen no solo violando la ley, sino que además lo hacen desde el anonimato, enmascarados, cubriendo su rostro y hasta portando diferentes tipos de armas de forma también ilegal.
Estas personas cometen desmanes, rompen y queman todo lo que tienen a su alcance, sean bienes públicos o privados. Enfrentan y agreden a las fuerzas de seguridad —delito gravísimo y que en ningún país se tolera— y, así, desde hace años están desangrando nuestra Argentina y poniendo en peligro la tan preciada democracia.
Los que están detrás de este accionar son siempre los mismos, organizaciones de izquierda y los famosos Montoneros, quienes pertenecen a la sangrienta historia del país. El propio presidente Juan Domingo Perón decía allá por 1974 “esta gente va a matar a la Argentina”. Se refería a los Montoneros.
El 1° de mayo de 1974, cuando Montoneros fue echado de la Plaza de Mayo por el mismísimo General se declara la guerra a Perón y a la Argentina, desconociendo su autoridad y el mandato democrático del pueblo, buscando tomar el poder a través de las armas desde la clandestinidad.
El haber castigado y estigmatizado a los empleados del Estado mucho más duramente que a los subversivos que intentaron revertir el orden constitucional fue el error más grave que pudimos cometer porque no se castigó a casos y responsables concretos. Se acusó a las instituciones, todas en general, incluso forzando la letra de la ley para poder castigar a nuestros empleados encargados de defendernos a los que se les había ordenado enfrentar y aniquilar en plena democracia ese accionar de grupos marginales que intentaban hacerse del poder derrocando a quien nos representaba y que había sido elegido a través del voto.
Hoy, muchos años después parece que nada cambió o que, al menos, muchos parecen no entender, no recordar o fingen tener falta de memoria.
Si repetimos el mismo error, volveremos a esos oscuros y dolorosos días, atrasaremos a nuestro país, nos hundiremos cuando empezábamos a estabilizarnos, a crecer, a ser un país ordenado e importante, con un gobierno empeñado en colocarnos en los primeros lugares en el mundo con estabilidad económica. Sin inflación, con orden y respeto por las instituciones. Todo lo que estos enemigos eternos de la Argentina, siempre encubiertos en relatos y como aparentes defensores de causas nobles, generan disturbios, intentan desestabilizar y desgastar al gobierno democráticamente elegido.
El interrogante de hoy es: ¿De qué lado estaremos? ¿Del lado de los azules o del lado de lo que quieren matar a la Argentina?