Outside the box
Adolescencia: cuando el peligro no está en la esquina

Periodista.
La serie que tiene a medio mundo pegado a la pantalla reavivó debates sobre redes sociales, adolescencia y valores. Pero detrás de la ficción, hay historias reales y cambios culturales que merecen nuestra atención.
Cuando Jack Thorne y Stephen Graham decidieron crear Adolescence, difícilmente imaginaron que su ficción golpearía tan fuerte la realidad. Estrenada el 13 de marzo en Netflix, la serie gira en torno a Jamie, un chico de 13 años sospechoso de asesinar a una compañera tras sumergirse en contenidos misóginos en internet. Pero más allá del impacto visual, Adolescence está reescribiendo las reglas del debate social. Según The New York Times, el propio primer ministro británico, Keir Starmer, confesó en el Parlamento que estaba viendo la serie con sus hijos y admitió que el contenido online puede tener “consecuencias fatales” para los jóvenes.
Pero Thorne no quiere aplausos ni trending topics. Quiere acción. En palabras del guionista: “No basta con que los políticos hablen de mi serie, quiero que aprueben leyes que prohíban el acceso a redes sociales antes de los 16 años”. ¿Radical? Tal vez un poco. Pero Australia y Dinamarca ya dieron ese paso, prohibiendo smartphones en las aulas y restringiendo el acceso a menores. También la Ciudad de Buenos Aires implementó una regulación que prohíbe el uso de celulares en las escuelas primarias y restringe su uso en las secundarias, alineándose con medidas similares en Francia e Italia. La pregunta que flota en el aire es: ¿por qué los gobiernos siempre van tan detrás de la realidad?
Entre el control y la confianza: la difícil tarea de ser padres digitales
Más allá de los debates legislativos, la verdadera trinchera está en casa. Los padres son la primera y última línea de defensa frente a los peligros digitales, pero ¿están preparados para esa batalla? Según The Advertiser (Australia), "Adolescence" ha puesto el foco en “la presión silenciosa que enfrentan los adolescentes varones en la era digital”, subrayando la urgencia de que los padres se involucren activamente, no solo controlando, sino también fomentando la inteligencia emocional y la resiliencia para que sus hijos puedan navegar entornos tóxicos sin sucumbir a ellos.
Por su parte, Alice Thomson de The Times (Reino Unido) ofrece una perspectiva inquietante desde su rol de madre: “La verdadera pesadilla no es lo que hacen nuestros hijos en línea, sino lo que no sabemos que están haciendo” . Thomson sostiene que la serie ha despertado un temor latente entre muchos padres de adolescentes, especialmente varones, sobre cómo las redes pueden distorsionar su percepción del consentimiento, el sexo y las relaciones. Insiste en que “la clave no está solo en restringir el acceso, sino en mantener conversaciones abiertas y constantes para que los chicos puedan entender la diferencia entre ficción, realidad y manipulación digital”.
Altadena Girls: resiliencia en zapatillas
Pero no todo es tragedia y fatalismo en el universo adolescente. Mientras las redes sociales muestran su cara más oscura, hay jóvenes que demuestran que también pueden ser motores de cambio. TIME nos presentó a Avery Colvert, una californiana de 14 años que, tras perder su escuela y ver cómo su barrio ardía en llamas por el incendio Eaton, decidió hacer algo. Junto con sus amigas, fundó Altadena Girls, una iniciativa que comenzó como un simple grupo de WhatsApp y terminó convirtiéndose en un movimiento comunitario que brinda desde ropa hasta apoyo psicológico a las víctimas del desastre.
Avery no solo organizó donaciones y creó un espacio de contención para adolescentes, sino que logró que marcas como Skims y Orebella se sumaran al proyecto. Hoy, Altadena Girls no es solo un refugio: es un recordatorio de que la empatía, incluso en la era digital, puede encender fuegos más poderosos que los que destruyen comunidades.
Relaciones: cuando el amor es un “situationship”
Mientras tanto, otro fenómeno silencioso está reconfigurando la adolescencia. Según The Atlantic, cada vez menos adolescentes experimentan relaciones románticas. Una encuesta del Survey Center on American Life reveló que solo el 56% de los adultos de la Gen Z tuvieron una relación en su adolescencia, frente al 76% de la Gen X y el 78% de los Baby Boomers. ¿Qué está pasando?
La respuesta es compleja. Los adolescentes hoy priorizan amistades, estudios y actividades extracurriculares. Pero también hay otro factor en juego: el auge de las “situationships”, esas conexiones difusas sin compromiso ni definición clara, donde nadie sabe si está saliendo, “transando” o simplemente hablando. Ayer me dijeron que ahora circula mucho el término “estar en algo”. Estas relaciones pueden parecer menos riesgosas emocionalmente, pero dejan a muchos jóvenes en un limbo afectivo donde la confusión reemplaza al compromiso.
Entre la fragilidad y la esperanza: ¿Qué estamos enseñando?
En el fondo, todo esto nos lleva a la misma pregunta: ¿qué estamos enseñando a nuestros hijos sobre las relaciones, la empatía y la responsabilidad? Adolescence nos recuerda que “se necesita un pueblo para criar a un niño, pero también puede destruirlo”, como bien señaló Thorne. Pero Avery Colvert nos muestra que ese mismo pueblo también puede salvarlo si se moviliza en la dirección correcta.
Tal vez la lección más valiosa no está en las pantallas, sino en lo que hacemos fuera de ellas. Porque, como dijo Avery al recibir su premio: “El poder de la bondad y la comunidad puede transformar el miedo en esperanza”. Y si algo nos está enseñando esta nueva generación, es que la empatía y el compromiso pueden ser más virales que cualquier algoritmo.
Vivimos en tiempos donde los adolescentes están expuestos a estímulos que nosotros ni soñábamos a su edad. Las redes les ofrecen tanto oportunidades como peligros, y el reto es enseñarles a navegar ese mar sin perder el rumbo. La tecnología puede ser un arma o una herramienta: depende de cómo la usemos y qué valores inculquemos. Porque, al final del día, lo que moldea el futuro de nuestros hijos no es el contenido que consumen, sino el ejemplo que les damos.