Consumos problemáticos en la Ciudad
Adicciones Made in Buenos Aires: el celular, la marihuana y la ansiedad como estilo de vida

Periodista.
Un estudio revela cómo las adicciones ya no se limitan a sustancias tradicionales. En Buenos Aires, las pantallas, el juego online y los psicofármacos también forman parte de un combo que crece en silencio.
En una ciudad que vive rápido y duerme poco, hay consumos que pasaron de ser hábitos cotidianos a convertirse en prácticas de riesgo. Lo que antes podía considerarse una elección personal, hoy preocupa como fenómeno social: el primer estudio profundo sobre adicciones en la Ciudad de Buenos Aires reveló una radiografía inquietante del porteño promedio. Y no se trata solo de sustancias. El celular, las apuestas online y los ansiolíticos también entraron en escena.
En diálogo exclusivo con Newstad, Agustina Paternó Manavella, becaria doctoral del Conicet y una de las autoras del estudio, destacó “algo clave que destapa el informe es la gran variedad de consumos adictivos. A veces hacemos foco en una sustancia o en las pantallas, pero vemos que son múltiples las prácticas de riesgo. Y es baja la percepción de riesgo asociado al consumo que tiene la gente”.
La Encuesta de Prácticas de Riesgo Adictivo (EPRA), elaborada por el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat en conjunto con el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA), tomó una muestra representativa de 6.000 personas entre 18 y 75 años, relevadas en cada una de las comunas de la Ciudad. Se trata de un estudio inédito, tanto por su alcance como por el tipo de consumos abordados: desde el clásico alcohol hasta las pantallas, pasando por marihuana, cocaína y medicamentos de venta controlada.
La presentación oficial se realizó en la sede Buenos Aires de la Universidad Católica Argentina. Fue un evento con fuerte impronta institucional, donde participaron autoridades académicas, referentes sociales y funcionarios públicos. Entre ellos, el ministro Gabriel Mraida y Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina, quien destacó que la naturaleza de los consumos adictivos “exige respuestas interdisciplinarias que vayan más allá de la responsabilidad individual”.
Celular en mano, pero sin control
Los datos sobre el uso del celular son contundentes. Solo 1 de cada 10 jóvenes entre 18 y 30 años presenta un comportamiento libre de riesgo en su vínculo con el dispositivo. La mayoría pasa más de cinco horas por día frente a la pantalla, y 4 de cada 10 jóvenes ya muestran signos de riesgo alto de dependencia.
El celular dejó de ser una herramienta para transformarse en un centro de operaciones emocionales. Se usa para comunicarse, trabajar, distraerse, calmar la ansiedad o simplemente para no estar en silencio. Pero su abuso impacta: se asocia con sedentarismo, insomnio y aislamiento social. El 4,9% de los encuestados, de hecho, admitió estar preocupado por su uso excesivo. Las mujeres y quienes viven en niveles socioeconómicos medios y altos manifiestan más esta preocupación.
Jugar a perderse
Otro dato que llama la atención es el crecimiento de las apuestas online, una práctica que escala en soledad y en silencio. Solo el 8,4% de los adultos dice haber apostado en línea alguna vez, pero ese porcentaje sube al 16% en los jóvenes. Y de ese grupo, casi la mitad presenta un comportamiento de riesgo moderado o alto. El principal motivo para involucrarse en apuestas en línea es la diversión: el 89,4 por ciento.
El 86% de los que apuestan en línea lo hacen solos. Los varones lo hacen, en muchos casos, por presión del grupo de amigos; las mujeres, por necesidad económica. “La ludopatía en adolescentes es una forma nueva de soledad”, advirtió el ministro Gabriel Mraida. “Es una desconexión con la realidad, con su grupo de pertenencia, con su familia”.
A diferencia del juego presencial, que aún predomina entre adultos mayores con una prevalencia del 33%, las apuestas digitales se concentran en los jóvenes. La pantalla reemplaza a la timba de bar: se apuesta en soledad, sin relojes ni testigos.
Manavella explicó que el objetivo del informe fue ir más allá de la estadística: “Quisimos ofrecer un diagnóstico multidimensional de los motivos de las conductas adictivas y no sólo decir cuánto se consume. En forma general, podría decir que vemos un componente social predominante en varios de los consumos, vinculado a la búsqueda de placer, de satisfacción de la curiosidad y también de aprobación: se hace porque otros lo hacen”. Aunque aclaró que los motivos varían según el tipo de consumo, esa lógica de imitación se repite con frecuencia, sobre todo en los más jóvenes.
Marihuana: el nuevo normal
La marihuana, por su parte, se consolida como una sustancia de uso frecuente. El 34% de los encuestados aseguró haberla probado alguna vez, y el 12% la consumió en el último mes. En el segmento de 18 a 30 años, el porcentaje de uso mensual escala al 30,6%, con mayor prevalencia entre varones y personas de nivel socioeconómico medio-alto.
La mayoría consume por placer o para relajarse, y lo hace en su propia casa o en la de amigos. La edad promedio de inicio del consumo es de 18 a 20 años, lo cual pone en tensión el debate entre normalización y riesgo. Además, el consumo de marihuana es el principal caso de policonsumo en la Ciudad: casi la mitad de los consumidores combinan su uso con otras sustancias.
Los "remedios" del estrés
El estudio también detectó un incremento en el consumo de psicofármacos, en particular ansiolíticos y antidepresivos, muchas veces sin prescripción médica. El 13% de los adultos declaró haber tomado este tipo de medicamentos alguna vez en su vida, y el 5,5% los consumió en el último mes.
Este patrón se da especialmente entre mujeres y personas mayores de 60 años, aunque los varones también registran prevalencias altas. La ansiedad, la presión laboral y la soledad aparecen como factores detonantes. En un contexto donde se busca alivio rápido, los fármacos ocupan un lugar silencioso pero significativo.
Alcohol, tabaco y cocaína: los viejos conocidos
El 90% de los adultos en la Ciudad ha probado alcohol alguna vez, y el 62% lo hizo en el último mes. En el grupo joven, el porcentaje sube al 70%. El tabaco sigue presente: la mitad de los porteños lo consumió alguna vez, y el 22% lo hizo en el último mes, con mayor frecuencia entre adultos de entre 31 y 44 años.
La cocaína, aunque menos difundida, no desaparece. El 8% de los adultos admitió haberla probado, con una prevalencia más alta en varones y en personas de 30 a 44 años. La edad promedio de inicio es de 20 años.
Un diagnóstico necesario
Para los autores del estudio, este mapeo detallado permitirá diseñar políticas públicas basadas en evidencia y no en intuiciones. En ese sentido, Salvia subrayó que los consumos problemáticos “no se resuelven solo desde el diagnóstico experto, sino desde la interacción entre los procesos de crianza, la comunidad y las instituciones”. Una mirada más profunda que invita a abordar las adicciones no como síntomas individuales, sino como parte de un entramado social que también necesita curarse.
“Por eso debemos traducir estos datos en concientización y acción posterior —planteó Manavella—. Esta responsabilidad compete a investigadores, prensa, Estado y comunidad”.
Y, como señala el informe, no se trata solo de decir qué está mal, sino de comprender por qué pasa, cómo afecta y a quiénes. Porque en Buenos Aires, las adicciones ya no están solo en los márgenes. Están en casa. Y muchas veces, en silencio.