Intereses políticos
A24 Massa, Vila, Manzano y el triángulo de hierro de los medios
En la Argentina, la política y el periodismo siempre han bailado un tango complejo, con pasos que oscilan entre la seducción y el forcejeo. Los recientes movimientos de periodistas desde La Nación+ hacia A24, en plena época electoral, no son una simple reconfiguración del ecosistema mediático. Son la expresión más cruda de una dinámica de poder donde la pauta oficial, las alianzas empresariales y los intereses políticos tejen un entramado que condiciona la agenda pública.
Este fenómeno, lejos de ser un caso aislado, refleja un patrón histórico que se reconfigura en cada ciclo de poder. Pero en la era de Javier Milei, donde la retórica libertaria choca con las prácticas tradicionales de la política real, estos movimientos cobran una dimensión especial. ¿Qué está pasando realmente detrás de estos traspasos? ¿Qué rol juegan Sergio Massa, el Grupo América —con Daniel Vila y José Luis Manzano a la cabeza—, y la nueva lógica de la pauta oficial?
El éxodo de figuras: Feinmann, Rossi, Novaresio, Laje y Calabró
Eduardo Feinmann, Pablo Rossi, Luis Novaresio, Antonio Laje y Marina Calabró son nombres que no necesitan presentación en el periodismo argentino. Cada uno con su estilo, han sabido construir audiencias fieles en La Nación+, canal que en los últimos años se consolidó como un bastión de la crítica al kirchnerismo y un espacio cómodo para el ascenso de figuras vinculadas al discurso liberal y conservador.
El pase de este grupo hacia A24 no es un simple cambio de pantalla. Se trata de una jugada que despierta interrogantes en el ambiente mediático y político. ¿Por qué estos periodistas, con posiciones ya establecidas y audiencias consolidadas, deciden migrar a un canal que históricamente ha tenido una relación más ambigua con el poder político? ¿Qué se negocia en estos movimientos?
No hay respuestas oficiales, pero el contexto sugiere más de lo que se dice. En el juego del poder, nada es gratis, y cada pase de figuras de peso deja entrever una lógica de intereses cruzados donde los contratos, la pauta y las afinidades ideológicas se entrelazan.
Massa, Vila, Manzano: el triángulo de hierro de los medios
Sergio Massa ha demostrado ser un hábil tejedor de redes en el entramado de la política y los medios. Su capacidad para mantener vínculos con diferentes actores del poder económico lo ha convertido en una figura que trasciende los límites partidarios. Vila y Manzano, en este contexto, no son solo empresarios: son piezas clave de una arquitectura de poder que entiende que controlar un medio no se trata únicamente de tener una pantalla, sino de influir en la narrativa pública.
El vínculo entre Massa y el Grupo América se remonta a los tiempos en que el ex candidato a presidente comenzó a consolidar su perfil nacional. La relación con Manzano, exministro del Interior de Carlos Menem y hoy un empresario con tentáculos en energía, finanzas y medios nunca fue un secreto. Vila, por su parte, juega el rol del empresario más visible, pero su poder se sostiene en la alianza con Manzano, cuya cintura política le permite moverse con soltura en las bambalinas del poder.
En este contexto, la llegada de Feinmann, Rossi, Novaresio, Laje y Calabró a A24 podría interpretarse como algo más que un cambio de grilla. ¿Se trata de una apuesta del Grupo América para reposicionarse en la era Milei? ¿O hay detrás una estrategia más compleja, donde la política, los negocios y la pauta se cruzan en acuerdos que aún no terminan de salir a la luz?
¿Qué se negocia cuando se negocian periodistas?
El periodismo no es un partido de fútbol donde los pases de figuras se explican solo por el dinero o el prestigio. Detrás de cada movimiento hay intereses que van más allá de lo salarial. En el caso de estos periodistas, la pregunta es inevitable: ¿qué se negocia en estos traspasos?
Feinmann, conocido por su estilo confrontativo y su alineación con posturas duras de la derecha; Rossi, con su perfil más analítico y su capacidad de conectar con audiencias críticas; Novaresio, que combina un enfoque liberal con una agenda social progresista; Laje, un conductor que ha sabido criticar a los gobiernos de turno y no venderse a ninguno; y Calabró, especialista en la intersección entre el espectáculo y el poder mediático. Todos ellos aportan algo más que rating: aportan capacidad de influencia.
El Grupo América, al sumar estos nombres, no solo gana en audiencia. Gana en poder de agenda. La pregunta es: ¿a cambio de qué? ¿De mejores contratos? ¿De mayor libertad editorial? ¿O de acuerdos que todavía no conocemos, pero que podrían revelarse en la cobertura de la próxima contienda electoral?
La pauta oficial en la era Milei: ¿ruptura o continuidad?
Javier Milei llegó al poder con una retórica que prometía romper con las prácticas tradicionales del Estado, incluida la distribución discrecional de la pauta oficial. En su narrativa libertaria, el Estado debía retirarse de la vida de los ciudadanos, y eso implicaba también dejar de financiar a los medios de comunicación.
Sin embargo, la realidad es más compleja. La pauta oficial no es solo un mecanismo de financiamiento; es una herramienta de poder. Incluso en modelos más liberales, el Estado mantiene cierto grado de influencia sobre los medios, ya sea de forma directa o indirecta. En Argentina, donde la economía de los medios depende en gran medida de la publicidad oficial, esa influencia se vuelve aún más determinante.
Lo que estamos viendo es una transformación en la forma, pero no necesariamente en el fondo. La pauta oficial puede reducirse en volumen, pero su distribución seguirá respondiendo a lógicas de afinidad política y conveniencia estratégica. En este sentido, el reacomodamiento de periodistas no es solo un fenómeno del “viejo régimen”, sino un anticipo de cómo se reconfiguran las alianzas en el nuevo escenario.
El periodismo entre la precariedad y la cooptación
Más allá de las operaciones de poder, hay un factor estructural que no puede ignorarse: la precarización del trabajo periodístico. En un mercado laboral cada vez más inestable, los periodistas se ven obligados a negociar no solo su salario, sino también su independencia.
El pase de figuras entre medios responde, en parte, a esta lógica. Los contratos más estables, los sueldos más altos y la posibilidad de mantener visibilidad en pantalla son factores decisivos en la carrera de cualquier comunicador. Pero cuando esas decisiones están condicionadas por la cercanía de los medios con determinados actores políticos o empresariales, la frontera entre la elección profesional y la cooptación se vuelve difusa.
A mi me enseñaron que un periodista debe ser imparcial ¿o no?
Resulta inevitable saber si existe la posibilidad de un periodismo verdaderamente independiente en este contexto. La respuesta, como casi todo en política, es rara. La independencia absoluta es imposible, pero eso no significa que el periodismo deba resignarse a ser un mero instrumento del poder.
La clave está en la construcción de audiencias críticas, capaces de identificar cuándo una narrativa responde a intereses particulares y cuándo se sostiene en un compromiso genuino con la verdad. Los periodistas, por su parte, deben encontrar el equilibrio entre la necesidad de sobrevivir en un mercado hostil y la responsabilidad ética de su profesión.
Conclusión: el poder detrás de las pantallas
El traspaso de periodistas entre La Nación+ y A24 es mucho más que una anécdota del mundo mediático. Es un síntoma de cómo la política, la economía y el periodismo se entrelazan en una danza donde la pauta oficial, las alianzas empresariales y las estrategias de poder definen gran parte de lo que vemos y escuchamos.
En la era Milei, este fenómeno no desaparece. Cambia de forma, se adapta, pero persiste. Porque, al final del día, la política siempre encuentra la manera de hacer lo que mejor sabe: influir, condicionar y, cuando es necesario, controlar. Y los periodistas, atrapados entre la necesidad de informar y la presión de sobrevivir, siguen navegando en ese mar turbulento donde la independencia es una brújula que a veces apunta hacia el norte, pero otras se pierde en la niebla del poder. Como espectadores, es el momento de ser inteligentes.